Luís Tó: Pecado, fuga y pecado

        Luís Tó: Pecado, fuga y pecado

Representantes de la CBS, fotografía tomada de 3Cat.


El público escucha absorto. Observa la escena en la que Pedro Lima Salazar reproduce las palabras de una niña aymara cuando sale sollozando de una “entrevista de acompañamiento” con el jesuita Luís Tó Gonzalez: “Santusa, no entres, ese cerdo sacerdote me hizo doler mis partes íntimas”.

Lima Salazar narra que, durante los primeros años 90, porque era uno de los pocos novicios de la Compañía de Jesús que hablaba aymara, ayudaba a Tó Gonzalez -sin proponérselo- a detectar niñas vulnerables en la capilla Virgen Milagrosa, de la zona Pedro Domingo Murillo en la Diócesis de El Alto. Pregunté, afirma Lima Salazar: “Padre, ¿qué está pasando”. Cuenta que Tó Gonzalez le respondió desafiante: “Esa niña debió haberse caído en el baño. ¡Vamos, Pedro, concluimos aquí la charla!”

Las imágenes corresponden al documental “La Fugida” (La Fuga/La Huida) proyectado la noche del jueves 24 de octubre durante el Festival Internacional de Cine Fenavid de Santa Cruz de la Sierra. La película, una coproducción de 3Cat, Prensa Ibérica y Ottokar, describe como los jesuitas encubrieron a Francesc Peris Boixeda y Luís Tó Gonzalez en Barcelona y los trasladaron a Cochabamba y El Alto, respectivamente, donde ambos cometieron más delitos sexuales en contra de niños y adolescentes. Me propongo describir el caso Tó Gonzalez.

Luís Tó Gonzalez, fotografía tomada de 3Cat.

El profeso “Tocató”

Luís Tó Gonzalez nació el 26 de noviembre de 1934 en Barcelona. Ingresó a la Compañía de Jesús el 7 de septiembre de 1952. Monseñor Luis Manresa lo ordenó sacerdote el 30 de julio de 1965 en Sant Cugat. Un año después, celebró sus últimos votos y alcanzó el grado de profeso, un detalle esencial para comprender por qué lo protegieron.

La justicia española lo condenó en 1992 por abusar de una niña cuando fungía como prefecto y catequista en el colegio Sant Ignasi de Barcelona, a donde había llegado en 1968. Un mes después de su sentencia, lo enviaron a Bolivia tras una fiesta de despedida.

Aunque la Compañía de Jesús ha negado siempre que conociera los abusos sexuales de este sacerdote catalán, una publicación del periódico El País de Madrid del 25 de mayo de 2023 reproduce la declaración de una de sus víctimas: “Era un depredador compulsivo. Le llamaban el ‘Tocató’. Todo el colegio lo sabía”.

Llegó a Bolivia con 40 años. Inmediatamente lo asignaron como vicario a la capilla Virgen Milagrosa de la parroquia Santa María Madre de los Pobres de la Diócesis de El Alto. En la comunidad Pedro Domingo Murillo, compartía vivienda con los directores nacionales de Fe y Alegría y del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado. Pedro Lima Salazar afirma que en ocasiones se quedaba solo, con niños y sin supervisión.

Simultáneamente trabajaba en la Pastoral Urbana de la diócesis, era facilitador de ejercicios espirituales y asumió la dirección de Caritas El Alto. Hasta que sorpresivamente, con el pretexto de un año sabático, viajó a Lima (Perú) a principios de 1997.

Cuando retornó en 1998, lo “transcribieron” (sic) definitivamente a la provincia boliviana de la Compañía de Jesús. Vivía en la comunidad San Calixto. El provincial de aquel tiempo, para disuadirlo de su aspiración de ocupar una habitación en la vivienda jesuítica próxima al colegio San Ignacio de la zona de Següencoma, publicó el periódico El País de Madrid, le escribió: “[Allí] hay niños hasta en la sopa”.

Así, desde la residencia aledaña a radio Fides, desempeñaba cargos importantes: Coordinador del Departamento de Planificación y Evaluación de Fe y Alegría Bolivia, vocal del Directorio del Centro de Multiservicios Educativos (Cemse) y secretario de la Curia Provincial. En 2009, fue rector del Instituto de Aprendizaje Industrial en Oruro. Un año después, por “problemas cardiacos y pulmonares”, lo trasladaron a Cochabamba donde colaboraba con la casa de formación Pedro Arrupe y en la parroquia de la Compañía de Jesús.

Desde el Cemse, aprovechando su condición de Vocal del Directorio de esta institución, durante las gestiones de los ministros de Educación Tito Hoz de Vila y Amalia Anaya, del segundo gobierno de Hugo Banzer Suárez (1997-2001), este jesuita logró participar de las discusiones del Equipo Técnico de Apoyo a la Reforma Educativa (Etare), como ya lo había hecho el fundador del Cemse Antonio Sacristá, e influir en las políticas educativas del país.

En la Memoria Institucional 1985-2015 por los 30 años del Cemse, Tó Gonzalez escribe: “Se educa a una persona que no solo es cabeza; es corazón, es un conjunto de órganos vitales cuya salud física es fundamental. […] La educación reclama toda la persona no solo su cerebro”. ¿Con estas proposiciones instruiría a los novicios durante sus clases de Ética Sexual?

“La Fugida” desnuda el comportamiento encubridor de la Compañía de Jesús. Los directores: Josep Morell, Guillem Sánchez y Marc M. Sarrado, mediante testimonios de los actores de la historia, logran revelar la estrategia y las prácticas que los jesuitas emplean para invisibilizar estos delitos y para desentenderse de los problemas de las víctimas.

Pau Vidal, fotografía tomada de 3Cat.

Negar todo

Una vez que los papás de Alessandra Martín, en 1992 una niña de ocho años, formalizan una denuncia en contra de Luís Tó Gonzalez por abusos sexuales, la Curia Provincial y las autoridades del colegio Sant Ignasi de Barcelona impusieron la “máxima normalidad en la gestión escolar y la mayor discreción” entre profesores, estudiantes y padres de familia.

La mamá de Alessandra, Carmen Mesas, afirma en el documental: “Solo queríamos que aparten a Tó de la relación con los niños. La institución se negó e incluso sugirió cambiar de escuela a la niña. Faltaba un trimestre”.

Alessandra, a quién le agobiaba preguntarse: ¿Cómo has dejado que te hiciera eso?, valientemente le contó la conducta aberrante de Tó Gonzalez a su mamá. Admite ahora que sus padres tomaron dos decisiones cruciales. “Me creyeron” y comprendieron que “eso es un delito”, asegura y añade: “Después de la denuncia no volví a la escuela”.

El delegado de los jesuitas de Barcelona, Pau Vidal, ante la contundencia de las evidencias expuestas en el documental, admite que un “pederasta” convivía entre ellos, que fallaron al privilegiar una “cultura del silencio” y que -en 1992- “el provincial de aquel tiempo equivocadamente decide defender el prestigio de Luís Tó y de la institución, en vez de poner en el centro a la víctima y a su familia”.

Tras siete años del fallecimiento de Tó Gonzalez, Pau Vidal manifiesta parcamente: “Después de mirar nuestros archivos, hemos de decir que, desde el año 1968, de hecho, la Compañía de Jesús tenía constancia de que Luís Tó era un abusador”.

Jordi de la Mata, fotografía tomada de 3Cat.

Exaltar al personaje

Otra víctima de Tó Gonzalez, Jordi de la Mata, desconcertado relata en el documental que extrañamente, después de la sentencia del 15 de octubre de 1992 y de un auto que la declaraba firme del 2 de noviembre, las autoridades del colegio San Ignacio organizaron una fiesta de despedida. Afirma que argumentaron que el sentenciado era apreciado, querido y admirado entre los profesores, estudiantes y padres de familia. Tó Gonzalez partió como héroe a Bolivia.

Cuando ya se encontraba instalado en la vivienda de la comunidad jesuita Pedro Domingo Murillo, colindante a la capilla Virgen Milagrosa de El Alto, lo promocionaron como un luchador social, un activista por los derechos de los pobres, de los desamparados. El exjesuita Pedro Lima Salazar, en un relato publicado el 24 de mayo de 2023 por el diario El País de Madrid, declaró: “Nos lo presentaron como un jesuita catalán que estaba haciendo ‘mucho bien’ en la ciudad de El Alto, pues tenía una lucha con estafadores inmobiliarios llamados loteadores y que los alteños querían mucho al padre Tó”.

Exaltan sus virtudes mutuamente con la finalidad de invisibilizar, en el caso de Tó Gonzalez, la comisión de delitos sexuales en contra de niños y adolescentes.

Alessandra Martín, fotografía tomada de 3Cat.

Generar opiniones favorables

El abogado penalista que enjuició a Luís Tó Gonzalez, Francesc Jufresa, asegura que después de aceptar el patrocinio a los papás de Alessandra Martín, amigos y conocidos de los jesuitas lo presionaron para que no activara ningún proceso. Afirma que le aconsejaban y le sugerían que abandone el caso y que incluso una alta autoridad pública llegó a manifestarle en tono de orden: “Contra el padre Tó, no”.

Alessandra Martín, la víctima de Tó Gonzalez, afirma que recuerda que la Asociación de Padres de Familia del colegio Sant Ignasi, al día siguiente de la denuncia, publicó un documento de respaldo a los jesuitas que expresaba: “Manifestamos nuestra incondicional adhesión a la institución”. Ni siquiera esperaron que concluya el juicio, relata desencantada Alessandra. Su mamá, Carmen Mesas, reacciona extrañada: “Pensaba que iba a haber apoyo de los demás padres”. Abandonaron a la familia de la niña.

Carmen Mesas, fotografía tomada de 3Cat.

Descalificar a la víctima

Francesc Jufresa asegura que la defensa de Tó Gonzalez “consistía en atacar a la víctima”. Los abogados defensores, explica Jufresa, convocaron a una profesora de Alessandra Martín para que muestre y describa dibujos de la niña y para que afirme que era una “fabuladora”. Respaldaron esta versión con opiniones de médicos y psicólogos.

Treinta y un años después, Alessandra Martín manifiesta que le cuesta creer que su profesora haya insinuado que era “coqueta, [de] gestos provocadores, coquetona”. Los abogados de la defensa de Tó Gonzalez pretendían que los jueces imaginen a una pequeña de siete años seduciendo a un catequista cuarentón.

La mamá de Alessandra, Carmen Mesas, cuenta que -durante el juicio- los abogados contratados por los jesuitas le preguntaron a su hija “si estaba con bata o no”, porque esa indumentaria podía facilitar a Tó Gonzalez “la metida de mano”.

En este ambiente enrarecido, añade Jufresa, Tó Gonzalez “no expresaba ninguna emoción”, no empatizaba cuando hablaban de sus delitos, mantenía una actitud “glacial”, imperturbable. El abogado de Alessandra certifica: Esta actitud confirma sus fechorías; quedó probado que “sentaba a la cría en la falda, la tocaba y obtenía satisfacción sexual”. El testimonio de Xavier Comas, un exalumno testigo de los abusos porque asistía al despacho de Tó Gonzalez junto con Alessandra, fue clave.

Jufresa concluye: El tribunal emitió una sentencia histórica: dos penas de un año de prisión menor cada una que se suspendieron porque Tó Gonzales no tenía antecedentes criminales y la pena de inhabilitación para que no ejerza la docencia, aunque esta parte de la sentencia no se ejecutó.

Los provinciales de Barcelona y de Bolivia ignoraron que el fallo ordenaba que Tó Gonzalez no debía relacionarse con niños ni adolescentes. El profeso “Tocató”, con el santo pretexto de prepararlos para la primera comunión, en la capilla Virgen Milagrosa continuaba con sus “entrevistas de acompañamiento” en su oficina parroquial. Existe evidencia, por otro lado, de que aplicaba exámenes de admisión para el colegio internado Juan XXIII de Cochabamba a los postulantes de El Alto y de zonas próximas a esta ciudad en el altiplano paceño. Tó Gonzalez eligió, por ejemplo, en 1993 a algunos adolescentes que ingresaron al internado en 1994 y concluyeron el bachillerato en la Promoción “Whipala 1998”.

Estudiantes del Sant Ignasi de Barcelona, fotografía tomada de 3Cat.

Trasladar el problema

Pau Vidal, el delegado de los jesuitas de Barcelona, confirma en el documental que Tó Gonzalez viajó a Bolivia en 1992, que aquí vivió 25 años, que trabajó en El Alto, en Oruro y en Cochabamba. Durante sus actividades pastorales como catequista, “al principio, […] no tenían contacto con menores”; pero, “no podemos decir que durante 25 años no tuvo contacto con niños”, manifiesta.

Los periodistas de El País de Madrid afirman que tienen evidencia de que los jesuitas de Barcelona transmitieron a sus pares de Bolivia una pregunta clave: “Según tenemos el dato, en 1992 su primer destino fue vicario parroquial, ¿había ahí contacto con menores?” El provincial de Bolivia respondió internamente: “Probablemente allí pudo haber contacto con menores”. Ocultaron esta información.

La Compañía de Jesús trasladó el problema. Envió a Tó Gonzalez a Bolivia para apagar el “escándalo” ante la opinión pública española. Lo hizo como su fundador Ignacio de Loyola instruyó en sus constituciones del Siglo XVI, particularmente en la segunda parte del numeral 215, que enseña: “No importa la calidad ni cantidad de los delitos, sino que estos se hayan conocido causando ‘Escándalo’ público. Para borrar el ‘Escándalo’, tal vez sea necesario expulsar a alguno. Pero, si en lo demás es buen sujeto (solo es pederasta), verá el Provincial en su criterio si es bueno permitirle ir a lugares distantes (de donde cometió el delito), sin expulsarlo ni salir de la Compañía”.

Público que asistió al estreno del documental en Santa Cruz, fotografía de Roberto Pacheco.

Solo pedir perdón

Ya sin argumentos de defensa, Pau Vidal, el delegado de los jesuitas de Barcelona, admite: “El caso Luís Tó ha sido un grave error, pedimos perdón. […] Por lo tanto, reconocemos con muchísimo dolor y pedimos perdón porque, durante décadas, tuvimos entre nosotros lo que hoy llamaríamos un depredador sexual y no tomamos las medidas necesarias y suficientes para que no siguiera abusando de otras personas”.

Un portavoz de los jesuitas en Bolivia, Sergio Montes, en cambio, insiste en la investigación del caso para definir responsabilidades. “Cualquier autoridad, sea un provincial, sea un superior, que haya podido conocer esto, tiene que ser investigado, necesariamente tiene que ser investigado”. Lamenta que “la jerarquía de la iglesia [evita referirse a los provinciales de la Compañía de Jesús]” haya reducido el asunto al “plano moral” y que no lo haya visto “también como un delito”.

Un exalumno del colegio internado Juan XXIII y abogado, José Luis Gareca Arias, que reunió información sobre varios sacerdotes jesuitas que cometieron delitos sexuales en contra de niños y adolescentes bolivianos, afirma en el documental: “En total, 400 menores han sufrido estas agresiones, personas que han sufrido traumas enormes”. Añade: “[…], entre toditos sabían, absolutamente, no solo por la confesión que los jesuitas van manifestando periódicamente en sus actos de conciencia y su desnudez que tienen que presentarse ante sus superiores. Lo sabían, de acuerdo a algunos testimonios que he tenido acceso”.

Gareca Arias reclama: “No se ha acercado la Compañía de Jesús a nosotros, podía haberlo hecho, podía hablar… decir, bueno, ¿cómo resolvemos? Porque al final, ya han muerto, ¿cuál es la solución? ¡No! Es más bien ponerse en una posición terca. Ellos están haciendo los procesos penales a los muertos y a los vivos les han permitido huir…”.

Francesc Jufresa, fotografía tomada de 3Cat.

La definición de Jufresa

El abogado Francesc Jufresa, cuando -durante el documental- conversa con Alessandra y su mamá, refiriéndose a los jesuitas, en el minuto 1:22:00 de la película de 3Cat, precisa:

Aquí hay una organización que no solo permite que se produzca un hecho delictivo, sino que, cuando se produce, lo encubre. Esto -en el lenguaje de la mafia- se llama la omertá. Que nadie sepa nada, ni hable nada para que la justicia no pueda averiguar un hecho delictivo, que todo siga igual, que el culpable no sea condenado. Y esto demuestra, para mí, que es una cosa que nadie ha planteado, pero que algún día les van a plantear, que cuando no limpian y depuran, están actuando como una cosa que ahora está en el Código Penal, que se llama organización criminal. Esto, algún día, alguien afinará y les van a crear un problema muy serio porque no se puede seguir en pleno Siglo XXI tapando esto… y haciendo pan y pez. ¿Hasta cuándo ha ocurrido lo de este hombre [Tó Gonzalez]? Hasta que se ha muerto, más o menos. Bueno, me imagino, porque no ha habido nadie que lo haya parado.

A un año y medio de que en Bolivia estallara (exactamente el 30 de abril de 2023), el caso Alfonso Pedrajas Moreno, alias Pica, después de que el diario El País de Madrid publicara el reportaje “Diario de un cura pederasta”, que narra como este otro sacerdote jesuita profeso también confiesa que abusó sexualmente hasta de 85 adolescentes en el colegio internado Juan XXIII de Cochabamba, la Comunidad Boliviana de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesial, admite su portavoz Edwin Alvarado Terrazas, aún busca a su Francesc Jufresa.

Luís Tó Gonzalez, fotografía tomada de la memoria institucional del Cemse.

Un ejecutor obediente

¿Por qué la Compañía de Jesús defendió y protegió a Luís Tó Gonzalez con semejante determinación? Un antecedente esencial es que había alcanzado el grado de profeso, que son aquellos que concluyen todo el itinerario formativo ideado por Ignacio de Loyola. Tras ingresar a la orden en 1952, Tó Gonzalez venció dos años de noviciado, otros dos de juniorado, tres de estudios de Filosofía, dos o tres años de magisterio y tres de Teología. Antes de ejercer como sacerdote, superó una última prueba: la tercera probación, un conjunto de ejercicios de meditación y de pruebas espirituales. El “Pare Tocató” era un elegido.

La antropóloga Carmen Salcedo, en la página 60 de su tesis doctoral “Los desafíos de los jesuitas en Bolivia, 1950-2000”, presentada en la Universidad Autónoma de Barcelona, explica: “Profesos, son aquellos jesuitas sacerdotes que hacen profesión solemne de los cuatro votos (incluyendo el de obediencia al Papa). En este grupo han residido las tareas directivas y de formación de jesuitas de más jerarquía en la orden”. Ergo, constituyen los de más alto rango; en términos militares son los comandantes de las obras jesuitas, aquellos que detentan todo el poder en sus proyectos evangelizadores y educativos. Tó Gonzalez era un ejecutor de las misiones más importantes de la Compañía de Jesús.

Lo enviaron a “la frontera”, a un país, a una comarca lejana de donde cometió delitos sexuales en contra de los niños para librarlo de la presión de la opinión pública española y para que continúe con su misión sin alertar sobre los riesgos de su presencia al Estado receptor: Bolivia. “La Fugida” permite comprender este factor esencial de la existencia obediente de Tó Gonzalez.

Este misionero catalán falleció el 11 de abril de 2017, a los 82 años, tras cinco lustros en Bolivia. Sus huesos se pulverizan en un mausoleo que la Compañía de Jesús construyó en el cementerio general de Cochabamba. Las poblaciones andinas creen que los muertos retornan el primer día de noviembre, ¿cuántas Santusas incluso ahora lo increparán mentalmente, en lo más recóndito de su consciencia y de su espíritu, cuando recuerdan aquellos dedos concupiscentes que profanaron su infancia?

Una q'uwa de sanación abre el camino

 

Una q'uwa de sanación abre el camino


Tres amautas ofrecen una q'uwa de sanación.

Un silencio solidario truena en la Casa Departamental de las Culturas de la Gobernación de Cochabamba, mientras un sobreviviente ofrece su testimonio sobre el abuso sexual que padeció y resistió en el colegio internado Juan XXIII durante los años 80. Habla en representación de la Comunidad Boliviana de Sobrevivientes.

Detrás de una cortina blanca y sentado de espaldas a un público conmovido hasta las lágrimas, con voz serena, reflexiva y firme revela su misión: “Estamos organizados…, Comunidad Boliviana de Sobrevivientes, con ese nombre lucharemos para sanar, para decir basta, nunca más silencio, nunca más repetición de estos delitos, justicia; nuestra lucha es por la seguridad de nuestros niños y niñas”.

Estas palabras forman parte del Acto Cultural de Desagravio a Bolivia y de Reivindicación del Colegio Internado Juan XXIII. Lo organizó, el martes 21 de noviembre de 2023, la Asociación Nacional de Antiguos Alumnos del Colegio Juan XXIII (ASIA-J23) con el lema “Nuestro grito se hace canto” que, sin eufemismos, podría traducirse en “Nuestra bronca se hace canto”, “Nuestra furia se hace canto” o, con claridad cósmica, “Nuestro ajayu se hace canto”.

Sofía Rodríguez y Gerardo Suárez.

Superar el agravio

A las 19:35 de aquel martes, Gerardo Suárez Roca, el popular Brillo de la película Mi socio y exalumno del Juan XXIII, y Sofía Rodríguez Pozo, una simpática joven, hija de dos exalumnos de este colegio y brillante estudiante de Comunicación, tras presentarse mutuamente, abren el evento ante una escasa, aunque comprometida concurrencia.

Inmediatamente después, Gerardo convoca a la vicepresidente de ASIA-J23, Giovanna Miranda Zapata. En representación del presidente de la organización, Hilarión Baldiviezo Rodríguez, quien reside Santa Cruz, ella ofrece la bienvenida a los asistentes, reivindica los aportes educativos del modelo Juan XXIII desde 1964 y agradece a sus compañeros de colegio y a sus familias por la fortaleza que demuestran. “Estamos seguros que, cuando encontremos la verdad, trabajemos por justicia y [para que] haya reparación para las víctimas que han sido afectadas con la pederastia eclesiástica, [entonces] vamos a conseguir definitivamente este desagravio”, afirma.

Gerardo Suárez prepara su intervención.

La experiencia de Brillo

Cuatro minutos después, a las 19:39, Sofía convoca a Gerardo y anuncia que interpretará un soliloquio sobre su experiencia en el Juan XXIII. Brillo aclara que se trata de su “experiencia personal”. Narra que nació en Riberalta, que -a fines de 1980- cuando tenía 11 años, un grupo de profesores del Juan XXIII llegó a su pueblo con el objetivo de aplicar exámenes de selección a los mejores alumnos y becar a los que aprueben, residirían en un colegio internado mixto. Recuerda que es el tercero de seis hermanos y que durante aquel tiempo sus padres se separaban por lo que, pese a la connotación negativa que la palabra “internado” generaba en su conciencia, aprobó y decidió marchar hacia Cochabamba.

Una colección de fotografías, que el cineasta Rubén Pacheco Vargas había seleccionado, apoya las palabras de Gerardo. Admite que lo primero que le impactó, cuando llegó a las instalaciones del Juan XXIII en Villa Granado, fue “compartir con compañeros de todas las regiones del país”, desde Cobija en el norte hasta Tarija en el sur y desde las poblaciones mineras del occidente altiplánico hasta las del Chaco y la Amazonía en el oriente.

Durante el ascenso del monólogo, Gerardo subraya la intensidad del estudio -mañana y tarde- y la potencia de la bien equipada biblioteca, pletórica de obras literarias universales que los estudiantes devoraban con avidez y sobre las que elaboraban informes de lectura. Sonríe cuando proyectan imágenes de muchachos practicando poesía, ajedrez, teatro, pantomima y karate. Rememora la actividad febril que generaban las olimpiadas del saber y las deportivas, además de los festivales de teatro y música, las visitas culturales a algunas empresas, como Manaco, Fabe, Imba y Coca Cola. Manifiesta emocionado: “Éramos felices, eran tiempos muy hermosos; me acuerdo que no quería salir de vacación, me quedaba a trabajar”.

Explica que, durante los dos primeros años, Cultura, solo estudiaban, jugaban y cumplían algunas actividades domésticas como barrer/trapear pasillos y aulas, asear baños y lavar vajilla. Añade que, durante tres años, es decir, los cursos superiores, Comuna, estudiaban y trabajan en la panadería, la carpintería, la vaquera, la chanchera y todas las fuentes de trabajo que procuraban la autofinanciación.

Gerardo relata que había un gobierno escolar, que una asamblea respaldaba las decisiones colectivas, que cultivaban la pluriculturalidad y la equidad de género, pues respetaban los derechos de sus compañeros de pueblos indígenas y los de las chicas, respectivamente, en la Pequeña Nueva Bolivia (Penubol).

Menciona que, cada año, todos los cursos asistían a ejercicios espirituales inspirados en los códigos de San Ignacio de Loyola, organizaban campamentos en Chiltu Pampa (Sipe Sipe) o en alguna población del trópico de Cochabamba, caminaban hacia la cima de la cordillera del Tunari donde bebían agua de lagunas cristalinas. Cada domingo, expresa, celebraban una eucaristía en la que compartían la palabra de Dios. “Era un colegio que formaba hombres nuevos…, […], esa es la esencia del Juan XXIII: formar hombres comprometidos con la sociedad, comprometidos con los más pobres, con ese sueño de crear una nueva Bolivia”, manifiesta.

En la parte más emotiva de su relato, revela que -en el Juan XXIII- se enamoró “por primera vez” y que envió sin respuesta “unas 50 cartas con poemas”. Reconoce que allí Paolo Agazzi lo eligió para filmar Mi socio, “la película más vista en Bolivia”. Afirma profundamente conmovido: “Ese Juancho que llevo en mi corazón y que me dio muchas alegrías y que después me daría la decepción, tanto de la Iglesia Católica como de nuestros mismos profesores…”. Su voz se quiebra, contiene sus lágrimas, suspira profundamente y, tras una brevísima pausa, bendice a los sacerdotes diocesanos belgas que fundaron el colegio y a los benefactores de la comuna de Jodoigne (Bélgica). “Bendigo a aquellos que no fueron malos, que no fueron todos, fueron algunos…”, culmina. Un público consternado y paciente escucha su alocución durante un poco menos de 20 minutos.

El sexteto Ariwara Bolivia.

Una voz privilegiada

Cuando el reloj de la catedral repicaba las 20:00, Sofía presenta al Grupo Ariwara Bolivia. Destaca la voz privilegiada de Gael, un muchacho de 12 años. “Representan la voz de los niños bolivianos que reclaman un trato digno, respetuoso y justo para toda su generación”, explica la animadora.

Ariwara Bolivia es un sexteto. Suben al escenario cuatro varones, que visten pantalones y camisas negras con chalinas rojas, y dos mujeres, una guitarrista y otra charanguista, que lucen pantalones negros y blusas rojas. Los acompaña una batería eléctrica.

Gael anuncia la interpretación de Mi socio y dedica el taquirari a Gerardo Suárez Roca, quien canta con él durante la segunda parte de la pieza compuesta por Alberto Villalpando. Falla el sonido del charango, José Luis Araníbar, de la Promoción 1986, el responsable de la amplificación, y su equipo -solícitos- intentan resolver el problema. Generosa, Luciel Izumi presta su charango. Entonces, Ariwara Bolivia interpreta “Quiero ser libre de ti”, “Los mineros volveremos” y otras dos canciones significativas del folklore boliviano.

Al final, Gerardo pregunta al público si Gael y su grupo, para despedirse, deben cantar una vez más; los asistentes responden que sí. Mi socio resuena en el Palacio de las Culturas, Gael y Gerardo sintonizan voces, el público corea emocionado.

El maestro Alfredo Coca Antezana.

Acuarela boliviana

Más adelante, Gerardo anuncia al maestro Alfredo Coca Antezana. Tras afinar su charango y conjugar su sonido con el de la guitarra del sacabeño Wilson Cruz, afirma: “Tenemos conocimiento de ese colegio Juan XXIII que ha sido el que ha acogido la selección de los talentos estudiantiles de Bolivia, a mí me consta porque vivía cerca, por la final América, y ahí veíamos a estos jóvenes, [veíamos] cómo se ha forjado, cómo han hecho quedar bien al país siendo profesionales, siendo buenos bolivianos”.

Coca Antezana comprende el valor simbólico de su presentación en el acto de desagravio y concluye: “Por eso me uno a este momento en el que también nosotros mostramos nuestro cariño a nuestro país, ellos lo han mostrado estudiando, superándose; nosotros tocando lo nuestro, la música, en este caso, vamos a hacer una pequeña muestra de lo que es una acuarela boliviana, […] Con la música vamos a mostrar un poquito toda esa esencia de nuestra patria querida, empezamos con este tema de don Adrián Patiño”.

Mientras tanto, un grupo de amautas prepara una mesa andina de sanación, al lado derecho del escenario. La acuarela boliviana los acompaña. 

Un representante de la CBS.

Una víctima habla

A las 20:55, Gerardo anuncia a una víctima y sobreviviente de la pederastia clerical en el colegio internado Juan XXIII. Apagan la iluminación del hall de la ex gobernación. Emerge una silueta sentada en una silla, de espaldas al público, en el primer descanso de las gradas. Lee un documento durante nueve minutos, se presenta como representante de Comunidad Boliviana de Sobrevivientes. Los amautas, imperturbables, continúan preparando la mesa de sanación.

Explica que para sus padres confiar su educación a la Compañía de Jesús, una organización religiosa transnacional de 500 años, “implicó confianza absoluta”. Interpela a los asistentes que escuchan consternados: “Cuando nos miren, véannos cuando teníamos 12, 13, 14 años; [estábamos] despertando al mundo de la adolescencia, despertando a descubrir nuestra propia sexualidad, a esa edad fuimos victimados”. Aclara que no solo fueron víctimas de “pederastas compulsivos y violadores seriales”. Asegura que sufrieron abuso de poder y abuso de conciencia y que los condenaron al silencio. “No podíamos acudir a nadie, solo los teníamos a ellos”, narra con voz serena y determinada.

Relata que, después de la publicación del periódico El País de Madrid el 30 de abril de 2023 que revela el diario de un cura pederasta (el jesuita Alfonso Pedrajas Moreno, alias Pica), las víctimas se encontraron y descubrieron “el infierno” al cual fueron “condenados y sometidos permanentemente”. Con elocuencia, manifiesta: “El silencio en la oscuridad es duro cuando piensas que eres el único. Eso nos pasó; no sabíamos que somos muchos, que éramos demasiados”. Sus interlocutores escuchan en silencio, bajan la cabeza.

La víctima y sobreviviente recopila la triste y brutal historia del colegio internado Juan XXIII y sus directores señalados como abusadores: Alfonso Pedrajas Moreno (Pica), Francesc Peris (Chesco), Carlos Villamil Olea (Vicu) y Francisco Pifarré Clapés (Pifa). “A este último lo sacamos denunciándolo a sus superiores, el provincial era Marcos Recolons; en nuestra inocencia creímos en ellos, creíamos encontrar justicia y solo los reubicaron, como siempre”, afirma.

Más allá de este icónico colegio de “becados”, nombra los casos de Luis María Roma en Charagua (Santa Cruz), Jorge Vila Despujol en Defensa de los Niños Internacional de Cochabamba, Antonio Gausset Capdevila, un ex capellan de la Corte Suprema de Justicia, con los niños campesinos de Chuquisaca y de Alejandro Mestre en el colegio San Calixto de La Paz. Levanta el tono de voz y afirma: “Todos ellos violadores seriales denunciados, todos ellos jesuitas”.

Reflexiona sobre la denuncia penal que presentaron en contra de la máxima autoridad ejecutiva de los jesuitas amparados en el bloque de constitucionalidad. “Este panorama demuestra que era de su total conocimiento, de su total consentimiento, complicidad absoluta, su responsabilidad es institucional. No pueden decir que no sabían, son demasiados mecanismos de comunicación interna ineludibles para desconocer semejantes delitos”, explica. La audiencia luce consternada.

Asume que no son las primeras víctimas de los jesuitas y que, de no frenar su sistemática forma de proceder, no serán las últimas. “Nunca más silencio, nunca más repetición de estos delitos; nuestra lucha es por la seguridad de nuestros niños y niñas. Basta de resolver estos asuntos bajo la mesa, queremos que se sepa la verdad. No es venganza, es justicia. La institución que los protegió [a los pederastas] tiene una deuda histórica con nuestra sociedad”, clama y reconoce que se enfrentan a una organización poderosa, millonaria y con múltiples contactos en instituciones del Estado y de la sociedad.

Agradece a la Asociación Nacional de Antiguos Alumnos del Juan XXIII y subraya su respaldo incondicional a “la causa”. Invita a las víctimas: “Destapar ese dolor es inevitable y necesario, hermanos y hermanas, debemos salir de la oscuridad a la que nos condenaron cuando éramos niños. Hay una realidad espiritual en la que hemos sido marcados y ese daño es generacional, deuda ancestral llaman nuestros sabios y nuestras sabias. Queremos que sepan que no estamos solos, tenemos una herencia cultural milenaria, una madre que nos abraza, debemos comenzar a sanar por nuestras familias, por nuestras wawas [hijos], por nuestra sociedad”.

Anuncia que se organizaron en la Comunidad Boliviana de Sobrevivientes y que con ese nombre lucharán “para sanar, para decir basta, nunca más silencio, nunca más repetición de estos delitos, justicia; nuestra lucha es por la seguridad de nuestros niños y niñas”. Sereno, concluye su alocución. Lo aplauden. Sofía Rodríguez agradece “la fortaleza y el valor” de la persona que compartió su testimonio.

La charanguista Luciel Izumi.

Desagravio a Bolivia

A las 21:05, la consagrada charanguista Luciel Izumi ingresa al escenario, la acompañan Romer Flores con una guitarra y Ruddy Barrancos con un saxofón amarillo. “Estamos muy contentos de poder estar en este escenario que para Bolivia también es muy importante, con este mensaje tan crudo a veces…, pero necesario de poder cuidar nuestra infancia, de poder cuidar a nuestros niños en todas sus etapas, hasta grandes, hasta nosotros, tan grandes, miren, hemos tenido infancias crudas y seguimos aquí dándolo todo frente a escenarios… a veces… ¿no?”, atina a pronunciar conmovida por el testimonio que había escuchado. El público aplaude, la anima.

Luciel Izumi anuncia la interpretación de la cueca “Viva mi patria Bolivia”. Los organizadores le habían encargado esta creación de Apolinar Camacho Orellana para desagraviar a Bolivia y a su gente. Después de la quimba, alienta a cantar, algunos corean tristes: “Por ella doy mi vida, también mi corazón…”. Su sensibilidad de artista le avisa que el público aún asimila las palabras del represente de la Comunidad Boliviana de Sobrevivientes, entonces hace chistes con su apellido, se declara una espina entre Romer y Ruddy porque apellida Espinoza. El trío interpreta “Viva Cochabamba mayllapipis” de Los Kjarkas. “Hay que alegrarnos porque la vida continúa…, ¡no se nos pongan q'aymas [tristes]!”, anima sonriente. Lo logra.

Ya dueña del escenario y empática con los asistentes, Luciel Izumi arranca a su charango las melodías de, afirma, “otra hermosa cueca”. Ejecutan “Rosa Carmín”, cuya letra le pertenece al maestro Juan Manuel Thorrez Rojas y la música al destacado Néstor Olmos Molina. Invita a bailar, nadie obedece…, el saxofón suena melancólico.

Agradece la presencia de Ariwara Bolivia y Gael. “Feminizamos el charango, aplausos para las niñas”, aclara y reclama orgullosa. También destaca la presencia del maestro Alfredo Coca Antezana. Entonces, su charango canta el huayño “Recuerdos” de Edgar “Yayo” Jofré. El saxo suena más alegre. Ella cierra los ojos, su rostro regala gestos reflexivos, algo recuerda, como todos los espectadores.

Interpreta el alegre y multicolor carnavalito “Jumechi” de Godofredo Núñez Chávez y se despide con la que, asegura, es “la mejor morenada del mundo”. Invita a bailar y cantar “Aromeñita” de Manuel Soliz Flores, levanta al público que la aplaude. “Juntos vamos a llegar lejos, esperamos que con la cultura mucho más lejos”, alienta y se marcha.

El dúo Taypi Sunqu.

Rebeldía aymara

Gerardo Suárez, a las 21:30, presenta a una exalumna de la Promoción Biafra 1983 del Juan XXIII, Graciela Choque Cárdenas, que se suma al festival “Nuestro grito se hace canto”. El dúo Taypi Sunqu, que significa "desde el centro del corazón" (une una palabra aymara y otra quechua) sube al escenario. Graciela se presenta con su esposo: Ramiro Revollo Jaén, quien porta una guitarra. Saluda a la concurrencia y explica el motivo de su presencia: “Hemos venido a compartir después de tanto dolor, tanta tristeza. Naturalmente el espíritu nos lleva a convertir el grito en canciones. Muchos de nosotros somos de familias indígenas. En mi caso, soy aymara y quisiera rendir un honor a mi madre aymara y a padre aymara”.

La artista expresa: “Cuando escuché decir que estuvimos en el colegio Juan XXIII porque no teníamos un plato de comida y por eso no quisimos denunciar [a los curas pederastas]; nada más falso que aquello porque, primero, nuestros padres, nuestras madres, jamás nos hubieran enviado al colegio si hubieran sabido lo que aquello significaba, ¡jamás!, como nadie aquí lo hubiera hecho”. La concurrencia aplaude esas palabras. “La confianza llegó a tal extremo que realmente ocurrió aquello y… para prácticamente para unos niños de 12 hasta 17, 18 años es muy difícil hablar. Yo soy maestra y por eso sé que es muy difícil hablar, entonces no podemos juzgar de esa manera”, añade mientras su esposo afina su guitarra. Aclara que su presencia es también un acto de reivindicación para sus padres que “también han sido víctimas, como toda la sociedad boliviana”.

Anuncia el primer tema, la cueca valluna "Urpi" (Paloma) de la cantautora quechua Encarnación Lazarte quien recita en dulce quechua sus temas desde Cliza (provincia Germán Jordán del valle alto de Cochabamba). Graciela canta en quechua; dos niñas, una de ellas su nieta, bailan junto a ella. Mirándolas, Graciela asegura: También participamos “porque tiene que haber justicia y tenemos que dejar un mejor mundo para nuestros hijos y nuestros nietos y, quizás, nuestros bisnietos, nuestros tataranietos a quienes no vamos probablemente a conocer…, pero les tenemos que dejar un mejor mundo”. Después canta en castellano un huayño de la nación aymara, de las comunidades próximas al lago Titicaca: "La viborita".

Graciela es la única artista del Juan XXIII que participa del evento. Esther Cuéllar Lino de la Promoción Polonia 1986 y el grupo “Juan Pueblo” de la Promoción México 1990, aunque formaban parte de la cartelera, se excusaron a último momento. Esther argumentó que debía cumplir compromisos académicos en la universidad de Siglo XX y los “Juan Pueblo” que el acto de desagravio coincidía con la celebración de los cumpleaños de dos de sus integrantes.

La diputada Pamela Terrazas Escóbar.

Diputada comprometida

Gerardo Suárez anuncia la intervención de dos personalidades del público. Invita a Pamela Terrazas Escóbar, una diputada del Movimiento al Socialismo, quien toma el micrófono a las 21:45. Saluda y admite su desolación por el testimonio que ha escuchado e inmediatamente se compromete a trabajar para “encontrar justicia”, aunque acepta las estructurales limitaciones del sistema de justicia. “Hasta el día de hoy me apena decirles que no hay avances de nada, la justicia para mí está podrida, pero mi compromiso va a ser trabajar”, informa y opina.

Reconoce que la Asamblea Legislativa postergó indefinidamente el debate del “Proyecto de Ley de Lucha contra la Impunidad en Delitos Sexuales contra Infantes, Niños, Niñas y Adolescentes”. Propone a la concurrencia: “No se ha aprobado la ley, lo que podemos hacer es enfocarnos en una ley, pero específicamente para dar mano dura en este tema de pederastia”. Afirma que confía en los antiguos alumnos del Juan XXIII y que con ellos trabajará “el proyecto de ley soñado”.

El público percibe su sensibilidad cuando expresa: “Es muy duro todo lo que han pasado. Ahora, las personas que nos cuentan tienen la edad de mi padre, que en ese momento tal vez tenía la edad de nuestros hijos”. Narra que ha escuchado, “con lágrimas en los ojos”, testimonios de varias personas que le han confiado historias inenarrables. Ruega que los niños bolivianos nunca más sufran este tipo de abusos clericales. “Por eso tenemos que cuidarlos y protegerlos”, concluye.

Confiesa que intentaron silenciarla, que la amenazaron y que le advirtieron que no se “entrometa más”. Ella responde públicamente: “No tengo miedo, no tendría por qué, no estamos haciendo nada malo, lo que hemos hecho es sacar a la luz todo lo que ha pasado”. Añade con convicción: “Yo soy cien por ciento católica, confío en Dios; pero con todo esto que ha pasado, a uno..., de verdad..., le da a temer… Las cosas que han pasado con la Iglesia Católica…, todo ya se ha escuchado”. Los asistentes respaldan en silencio sus palabras.

Finaliza su participación con un compromiso y una manifestación de fe. “Me comprometo a seguir hasta lo último, no es un tema que solamente se ha quedado ahí, vamos a ajustar en la Fiscalía, vamos a ajustar a todas las instancias donde han ido a hacer las denuncias…, porque no puede quedar esto así, no puede quedar impune, tenemos que llegar hasta lo último porque lo único que piden nuestras víctimas es justicia y es lo que no encontramos hasta el día de hoy”, proclama y, antes de devolver el micrófono, expresa su admiración por Gerardo Suárez Roca de Mi socio, las charanguistas Luciel Izumi y Abigael del grupo Ariwara Bolivia, la maravillosa voz de Gael y la sabiduría del maestro Alfredo Coca Antezana. 

El amauta Freddy Magno Mamani Mollo.

Guerra espiritual

Inmediatamente después, delante de la mesa de sanación que había armado, Freddy Magno Mamani Mollo, un representante del Consejo Nacional de Amautas y Guías Espirituales de Bolivia, ataviado con un abrigo color beige con motivos andinos, un sombrero oscuro y dos chuspas (bolsas) a cada lado, con voz firme y determinada aclara que llega desde La Paz e informa: “Hemos sacado una resolución de adhesión para los sobrevivientes de pederastia y violación por parte de los clérigos de la Iglesia Católica y de los jesuitas. También nos declaramos en estado de emergencia constante en apoyo a las víctimas”. El público escucha atentamente y los camarógrafos de la televisión catalana y de la productora "Kurukusi", de Rubén Pacheco Vargas, registran sus palabras.

En el clímax de su discurso, el amauta manifiesta: “Declaramos guerra espiritual y evocamos y llamamos a todos nuestros ancestros que han muerto en manos de esta iglesia diabólica, satánica que durante 500 años nos han venido eliminando. ¡Declaramos el Takiy Unquy en este tiempo de Pachacuti!”. Freddy Magno se refiere a la vigencia del movimiento indígena de resistencia anticolonial a las campañas de “extirpación de idolatrías” que el virrey Francisco Álvarez de Toledo impuso en Los Andes a partir del Siglo XVI y que continuaron durante el Siglo XVII con los misioneros jesuitas, como el catalán Pablo José de Arriaga, quien incluso publicó en 1621 un manual intitulado: “Extirpación de la idolatría del Piru [sic]”.

El guía espiritual alerta sobre la existencia de una “crisis moral” y una “crisis ética” mundial. Exhorta a sus interlocutores: “Por eso tenemos que llamar a nuestro ajayu. Saliendo de aquí, hermanos, nuestro ajayu tiene que ser de lucha”, así anticipa la actividad prevista para cerrar el evento.

Termina su breve intervención invocando: “Podrán romper nuestro cuerpo, podrán doblegar nuestra voluntad, pero jamás han podido matar nuestro ajayu y por eso hoy hemos venido a hacer una limpia espiritual, una limpia de sanación a todos los hermanos que han sufrido esta clase de vejámenes y ahora también vamos a iniciar con una mesa ritual, martes, en el mes de noviembre, tiempo de los ancestros, Amaya Pacha [tiempo de las almas], venga la justicia, si no es la justicia de los hombres, va a venir la justicia de los achachilas y de nuestros grandes ancestros que han muerto por nuestra liberación. ¡Jallalla!”. Desde el pasillo derecho del hall de la Casa Departamental de las Culturas, dos bombos recuerdan que una feroz tormenta tropical se apropió de la vida del extirpador de idolatrías Pablo José de Arriaga durante un viaje por el mar Caribe, cerca de La Habana, en 1622 cuando la Curia Romana lo había convocado para otra misión.

Preparación de la mesa de sanación.
Palabras y arengas

Gerardo Suárez Roca presenta, a las 21:48, al abogado contratado por el Directorio ASIA-J23, José Luis Gareca Arias. Aclara que es exalumno del colegio Juan XXIII y lo invita a subir a la testera. El jurista y sociólogo agradece a los asistentes y a los que “se suman a este desagravio”. Explica que el acto se justifica porque ha “existido agravios” que se subsumen “a delitos penales”.

Aclara que la ceremonia debía desarrollarse en los ambientes del Juan XXIII, pero que “no es así porque los jesuitas lo han prohibido”. Gareca Arias protesta y cuestiona: “El provincial dice desconocer a los autores de la pederastia, dice que -en 1981- él recién estaba naciendo y, por lo tanto, no puede hacerse cargo institucionalmente de este problema; pero para prohibirnos que entremos a nuestro colegio, eso sí lo sabe muy bien, eso sí lo conoce muy bien, y tiene la capacidad de impedirnos de entrar a un colegio que pertenece al pueblo de Bolivia”. Recuerda que los directores jesuitas del Juan XXIII “han captado recursos […] a nombre de la pobreza del pueblo de Bolivia” y que por ello son predios para la educación boliviana.

Gareca Arias revela que ha entrevistado a 180 personas, de las cuales ha escuchado el testimonio de 160 víctimas. Explica que las del colegio Juan XXIII y otras de obras jesuíticas han mantenido silencio durante 40 años. “Dramático, lamentable, escalofriante todo lo que ha ocurrido”, califica. Exalta “la fortaleza, la unidad, la claridad del Directorio de los antiguos alumnos” y el respaldo de los “juanchos” y de organizaciones internacionales. “Debemos sentirnos seguros y poder gritar al mundo que, por primera vez en 500 años o en más de 500 años, los hemos puesto a los jesuitas en el banquillo de los acusados. Ellos tienen una responsabilidad institucional, conocían lo que estaba ocurriendo, sabían. Es más, trajeron personas, jesuitas, con persecución penal en Europa, ¿para qué?, para que cuiden a menores”, asegura.

Manifiesta que, ante esta compleja situación, no pueden callarse ni mantener “un silencio cómplice”. Añade emocionado: “Creo que nuestra lucha no va a cesar, juntos, unidos, […], sin venganza, no nos inspira el odio, pero creo que corresponde justicia. Ellos no tenían ningún derecho de tocar a ningún estudiante, ellos no tenían ningún derecho de hacer abuso de poder, abuso de silencio, abuso epistemológico, cooptar a los estudiantes”. El público lo escucha absorto.

Aclara que la denuncia “no se subsume solamente al Código Penal, ni siquiera al bloque de constitucionalidad”. Narra que “cada párrafo, cada línea [del memorial de denuncia], está escrito con el dolor, el llanto y el sufrimiento de decenas de estudiantes. Expresa su seguridad de que “se va hacer justicia aquí en Bolivia y, si no, en el ámbito internacional” porque los abusos sexuales “no pueden quedar en la impunidad, nunca más”.

Complementa con la propuesta de que la sociedad debe evitar que los abusos se repitan y que debe exigir el resarcimiento de los daños. “Tenemos que hacer que se haga el resarcimiento, si no integral [sic], pero que se haga la atención correspondiente en el marco del derecho constitucional”, incita a los asistentes. “Los jesuitas ya han pedido perdón, si han pedido perdón significa que han admitido una culpa; por lo tanto, que actúen en consecuencia”, argumenta.

Tras seis minutos de intervención y percibir el agotamiento del público, predica: “Quiero darles la esperanza que vamos por buen camino. En el ámbito jurídico, […], vamos a ir hasta las últimas consecuencias, porque tenemos la verdad, no estamos mintiendo. Se nos acusa de que estamos en busca de dinero, es falso; queremos justicia, no queremos que nuestros hijos, […], puedan ser presas, no solo de los jesuitas, si no de algo que ya está institucionalizado como la pederastia y la impunidad, ¡basta, basta!”.

Declara que los exalumnos del Juan XXIII están “más vivos que nunca” y que, por lo tanto, “con la frente alta, con los ojos, de frente a frente,” pueden exigir: “Estimados jesuitas [sic], ¡basta!, que se haga justicia, su perdón que se traduzca en el Ministerio Público”. Cierra su discurso pidiendo ayuda para gritar: “¡Viva Bolivia! ¡Viva el Juan XXIII! ¡Que nunca más ocurran estos hechos! ¡Justicia!”. Los asistentes responden a sus arengas, nadie imagina que dos meses después, cuando escribo estas líneas, Gareca Arias rompería “unilateralmente” su contrato con el Directorio de ASIA-J23.

Transportan la q'uwa de sanación a la plaza 14 de Septiembre.

Jacha Uru

Inmediatamente después, cinco minutos antes de las 22:00, tras cerrar formalmente el evento, Gerardo y Sofía invitan al público a salir a la plaza 14 de Septiembre para participar en una q'uwa de sanación. El ritmo aymara del Jacha Uru truena. Una espectacular columna de entre 30 y 40 músicos de cinco comunidades: Ayllu Ñan, Laboral Santo Domingo, Musuj Sunqu, Encuentro kurmi y Killa Toritos, interpretan zampoñas y bombos. Los lidera Wilder Flores Jaldín de la Promoción Ecuador 1996, luce un poncho ceremonial y un sombrero negro, su pequeña hija baila delante de él.

El amauta Freddy Magno Mamani Mollo y dos guías espirituales: Jacky Dueñas Pacha Katari y Munaya T'ika, transportan la mesa de sanación. De rato en rato, Freddy Magno sopla una enorme concha de mar como si fuese un pututo. Los camarógrafos de la televisión catalana, los de la productora "Kurukusi" de Rubén Pacheco Vargas y decenas de videoaficionados registran los bailes y cantos de rebeldía.

En la acera del frontis principal de la Casa Departamental de la Culturas espera una plataforma de metal con leña. Los músicos danzan en sentido contrario a las manillas del reloj. Vestidos de negro, con pochos rojos, sombreros y chalecos decorados con motivos y colores andinos, soplan sus zampoñas y golpean sus bombos. Algunos acullican.

La sikuriada Jacha Uru (el gran día), compuesta en 1976 por Mario Gutiérrez del grupo Ruphay, dentro del mundo andino, significa la esperanza en un futuro sin sufrimiento ni miseria, es decir, el día de la liberación de las naciones andinas. Algunos expertos sostienen que el texto es un canto recopilado por Guamán Poma de Ayala en su “Primer Nueva Crónica y Buen Gobierno”, cuya traducción es:

El gran día

Ese gran día está llegando,

recordémoslo, está llegando,

ese gran día está llegando,

recordémoslo, está llegando.

Debemos estar unidos

para acabar nuestra miseria y dolor,

debemos estar unidos

para acabar nuestra miseria y dolor.

Padres e hijos,

ese gran día está llegando,

padres e hijos,

recordémoslo, está llegando.

Con la sikuriada de fondo, el amauta recibe la ofrenda de sanación de una de las guías espirituales, la acomoda sobre la leña y rocía abundante alcohol. Los tres se inclinan y piden permiso para encender la fogata. El amauta prende la pira. Lenguas de fuego verde, amarillo y anaranjado alumbraban el círculo de sanación. Freddy Magno sopla, de cuando en cuando, su concha de mar y echa especias secretas sobre la mesa ardiente. Los músicos bailan alrededor de la q'uwa de sanación, dan vueltas sin fin en contra de las manillas del tiempo occidental. Algunos asistentes se toman de las manos y danzan. El público observa conmovido.

 

Jaime Choque (der.) coordina con los maestros de ceremonia.

Colofón

Por fin, Jaime Choque Mamani, de la Promoción Perú 1989, el organizador del evento, observa el espectáculo, se apoya en una de las columnas del pasillo de la antigua Gobernación, había trabajado desde las 16:00. “Debo agradecer públicamente, por ejemplo, a Toto Araníbar, de la Promoción Polonia 1986, por apoyar con su equipo de sonido y supervisarlo personalmente junto a sus técnicos; a Wilder Flores, de la Promoción Ecuador 1996, por gestionar la participación de un ejército de zampoñeros y amautas para el ritual andino de la q'uwa; a Cristina Pozo, de la Promoción Paddy 1982, porque su hija Sofía nos regaló toda su energía, entusiasmo y compromiso como maestra de ceremonias, junto al gran Brillo; a Graciela Choque, de la Promoción Biafra 1983, que junto a su esposo, el dúo Taypi Sunqu, nos regaló tradicionales canciones en castellano, quechua y aymara; a la familia Chávez Miranda por las poleras conmemorativas. Detrás de cada detalle, de cada punto y de cada gestión, estuvo un juancho, bajo la coordinación de nuestro directorio nacional de ASIA-J23”, agradece.

Edwin Alvarado Terrazas, de la Promoción Cuba 1987, informa que una activista mexicana de la lucha contra el abuso sexual eclesial, Analú Salazar, un periodista e investigador del diario español El País, Julio Núñez Montaña, y un vocero de la Red de Sobrevivientes de Chile, Helmut Krammer, enviaron mensajes de solidaridad. También comunica que dos plataformas de Facebook: ASIA-J23 Bolivia y Comunidad Boliviana de Sobrevivientes, transmitieron el acto de desagravio y que 861 personas lo observaron. Festeja.

Cuando el fuego consume la q'uwa, solo queda ceniza blanca, concluye la ceremonia para “abrir camino”. El amauta Freddy Magno Mamani Mollo estrecha las manos, abraza y se despide de los sobrevivientes a los que había aplicado una “limpia espiritual” antes del acto de desagravio en uno de los ambientes del segundo patio de la Casa Departamental de las Culturas de la Gobernación de Cochabamba. Un círculo de luz y energía los envuelve.

La q'uwa de sanación.