1974, la promoción desgarrada
![]() |
La Promoción 1974 en el pasillo L, septiembre de 1973. |
El martes 5 de abril, a las 13:51, mientras almorzaba con mi familia, perdí una llamada por WhatsApp de Mario Vargas Ribera. Seguro de sí mismo, como es a sus 65 años pletóricos de anécdotas adolescentes y chismes políticos (estudió en el Juan XXIII entre 1969 y 1974 y representó al Beni como senador durante la legislatura 2006-2010), ante mi silencio involuntario, me envió un emocionante audio de 30 minutos.
Un par de semanas antes le había propuesto un cuestionario sobre Pedro Basiana Cornet, el primer director jesuita del Juan XXIII, tras la aún incomprensible partida de Enrique Coenraest y la desastrosa breve gestión del profesor de Inglés, Freddy Calvo, en 1971. Escribo una semblanza de Pedro (a estas alturas, por el volumen de información, calculo que trocará en biografía no autorizada), pues él es un educador símbolo para muchos exalumnos.
Durante el intercambio de mensajes, tras escuchar los testimonios de sus compañeros de curso, le planteé dos preguntas incómodas: ¿Por qué no hay promoción 1974 en el Juan XXIII? ¿Qué pasó con tu curso? En el audio me responde. Sé que se trata solamente de su versión y que necesito buscar las de sus compañeros e, incluso, a modo de contraparte, las de los muchachos de otros cursos que observaron el desarrollo del conflicto desde las tribunas, seguramente asustados y conmovidos.
Reproduzco textualmente las palabras de Mario, salvo algunas pocas modificaciones de estilo. Se trata de un testimonio valioso porque él era representante de su curso e interactuaba intensamente con Pedro y con Alfonso Pedrajas Moreno (de aquí en adelante solo Pica), los jesuitas que encaraban la labor de adecuar el modelo pedagógico y el proyecto educativo del Juan XXIII a la gran misión de la Compañía de Jesús en Bolivia, lo que -no podía ser de otra manera- generó tensiones con los estudiantes seleccionados y educados inicialmente por Enrique Coenraest, pues habían llegado al Juancho antes de 1972. Los intertítulos son míos.
Exordio
Querido Pancho, buenas tardes, ahorita estoy pensando, aquí estoy pensando en algunas cosas del colegio. ¡Da flojera y a veces no hay tiempo!, te voy a mandar grabaciones y, de ahí, extrapolás lo que te sirva… Está nublado aquí, negro, tronando, parece que va a llover, pero recién pasó un sur. Se supone que no debería haber lluvia, pero, a veces, también llueve por los alrededores porque Riberalta ya es grande y la lluvia no alcanza para todo el pueblo. Vamos a ver qué es lo que pasa después.
Quería contarte una anécdota interesante…, más o menos el porqué de la no existencia de la Promoción el 74, pero sí reconocida… Basiana nos hizo hacer el mosaico de bachilleres.
![]() |
Mosaico de la Promoción 1974, gentileza del Depto. de Comunicación del Colegio. |
Ateos precoces
Resulta que, cuando llegó, Pedro Basiana tenía bastantes expectativas en nosotros, pero nos miraba con recelo porque el padre Enrique dejó una carta de recomendación. […] Nosotros éramos, digamos, despiertos, alegres y ahí había seis en mi curso, seis riberalteños. Éramos los que llevábamos la batuta con alegría. Lo hacíamos cantar a Gringo Andrade, que era guitarrista, a Tocopiño [Jorge Villanueva], que era también guitarrista y…, pues todo era felicidad y nos gustaba ir a misa. La mayoría de mi curso, cuando el padre Enrique hacía misa en la mañanita, a las seis y media…, íbamos nosotros a su misa y lo acompañábamos. Los que íbamos éramos principalmente de mi curso. Incluso una de las decepciones del padre Enrique fue decir “cerebros estériles” [hay que confirmar el origen y el autor de la frase], porque dos alumnos o tres le dijeron que no creían en Dios porque habían leído a [Friedrich] Nietzsche. Entonces el padre, se decepcionó y sacó de la biblioteca los libros de Nietzsche y los existencialistas, como [Soren] Kierkegaar y otros más…
La cosa es que Basiana siempre [insistía en que vayamos a la eucaristía]…, era lo que más nos fregaba, nos picoteba, digamos. Un día estábamos aburridos y él también estaba aburrido. En una de sus clases de Filosofía, se enojó, no sé por qué. Me acuerdo que yo le hacía preguntas [sobre el ateísmo] y un día me llamó y me dijo: “Mario, si profundizas por esos caminos, te recomiendo que no termines loco, como algunos han terminado en un hospital pidiendo perdón”. “Ya padre”, le respondí yo.
A veces, no respondíamos a sus expectativas. Un día se enojó y nos gritó: “¡Ustedes no tienen presencia!”. Bueno, nosotros sabíamos que era porque no acompañábamos a sus expectativas.
Los presentables
A alguien se le ocurrió ahí: “¡Pucha!, ¿si se la hacemos al cura este que nos está chicoteando mucho?” Costaba sacar buenas notas en Filosofía. […] Bueno, la cosa es que dijimos: “A este cura que tanto nos mete socialismo, comunismo disfrazado de Biblia, hagámosle lo que no le gusta”. Entonces, no sé de dónde miéchica, toditos conseguimos ternos y corbatas. Agarramos y nos pusimos ternos y corbatas.
En la mañana fue la enojada del cura y de castigo íbamos a pasar clases de Filosofía de seis de la tarde a nueve de la noche. Así que tomamos el té a las cuatro y media…, y a las seis lo esperamos toditos encorbatados, bien pinchuleados, con saco, con corbata, elegantes, bien peinaditos, con la cara lavada.
Él llegó hasta la puerta donde estábamos formando al estilo de los colegios, esos antiguos colegios de gente rica, pues. Nos miró, se dio cuenta de la respuesta. Bueno, nosotros explicamos: “Nos dijo que no teníamos presencia, pues, tenemos presencia, padre, ahí como usted quiere”. Dio media vuelta y se fue y de allá nos mandó una orden.
Teníamos que ir a regar los pinos, esos que están plantados en la barda, estaban chiquititos, con las aguas de la juventud, ¡carajo!. El agua de la juventud era ese pozo de las aguas servidas de los baños, de la cocina…, ¡era un asco, pue!... y, así enternados quería [que reguemos], sin sacarse los trajes… Nosotros regamos y todos los días regábamos las plantas. De ahí fue que esas plantas crecieran rápido, pero quedaron bonitas hasta ahorita.
Nosotros comenzamos a regarlas cuando estaban recién plantadas. Ya después se hizo una costumbre, también a los castigados los mandaban a regar con las aguas de la juventud.
Huelga y golpe
Nosotros, al otro día, fuimos a clases normalmente, pero ya no fue ni un profesor. Estábamos castigados. Íbamos a estar castigados toda la semana. Así que no fuimos [a clases]. Nosotros calladitos íbamos al comedor. No nos hablaba. Nosotros comíamos nuestra parte, nos íbamos a los cursos a reunirnos, meta a charlar nosotros del golpe [especulo que pretendían repetir la hazaña de los bachilleres de 1971 que, comandados por Faustino Torrico, expulsaron de la Dirección del colegio a Freddy Calvo el profesor de Inglés que Enrique Coenraest había designado].
El día lunes, cuando teníamos que ir ya [a clases], ya no fuimos nosotros. Le mandamos a decir que estábamos en huelga. ¡Mierda!, se enojó más el cura, pero la disimulaba. Reíamos nosotros y él, por dentro reía y renegaba. La cosa es que todos esos días, un mes nos tiramos en huelga, todos esos días nosotros organizábamos a veces chupa, con chicha, en un cuarto. Como teníamos guitarristas, cantábamos, reíamos, contábamos chistes de nuestros pueblos, fumábamos. Bueno, ya teníamos permiso porque entró Enrique cuando cumplimos quince años y nos dio de a un cigarro a cada uno. Nos dijo: “El que quiere, puede fumar”, bueno algunos fumaron, otros no.
La cosa es que un día nos descubrió Pica y Pica era el lleva y trae. Tenía amigos escondidos entre algunos de nuestros compañeros. Eran los que llevaban los chismes y todo. Estaba la revolución en revuelta, al estilo serio, a ver quién ganaba. El cura no daba el brazo a torcer ni nosotros. Él tenía sus espías y ¡cabalito!, llegó Pica, ¡carajo!, cuando estamos comenzando a beber chicha. De ahí, del barrio comprábamos, del colegio más allá había chicherías. Pica dijo: “Yo les aconsejo que saquen esa chicha, vayan y la boten, no beban porque, si yo le aviso a Pedro, va a ser grave”. ¡Puta!, nos dimos cuenta, tenía razón. La echamos la chicha y a dormir no más, ¡listo!
![]() |
Ceremonia en el San Rafael. |
Día del amor
Llegó el Día de la Primavera, Día del Estudiante, Día de la Juventud y etcétera. Todos estaban allá [en el pasillo L] formando, a las 10 de la mañana. Formaban para recibir su Coca Cola y su salteña… Y un colegio… lejos, donde no conocíamos esas cosas, nos mataba el deseo, ¡carajo! Le preguntaron [a Basiana] los otros compañeros: “¿Qué pasa con tercero medio?”, porque estábamos en tercero medio o quinto de secundaria. “Son los hermanos separados”, respondía él, “pero ya van a volver”.
Cuando estaban recibiendo sus salteñas y su Coca Cola nuestros compañeros de los otros cursos, al fondo nosotros nos juntamos y cantamos a voz en cuello, a gritos, La Marsellesa, el Himno Nacional y Viva Mi Patria Bolivia, no me acuerdo el orden sí, pero eso lo tenía con más bronca a Basiana porque era una protesta, digamos, contra su españolidad. Eran españoles, luego creo que se convirtieron a bolivianos, no sé, pero era una protesta, digamos, más grande que la que él hacía y más efectiva…
Amenaza
Así pasó un mes, ya estaba fea la loba…, y más calientes mis compañeros, ¡puta!, hablaban, discurseaban en contra del cura. Era todo un desastre, hasta que Basiana nos mandó a Pica con la amenaza que ya se había cumplido más de un mes y, si no volvíamos a clases el día lunes, iba a ser cerrado nuestro curso por indisciplina.
Había averiguado en la Supervisión de estudios del Ministerio de Educación, podía cerrarlo, íbamos a perder el curso, ¡carajo! Todingos nos asustamos, porque nosotros éramos becados, la mayoría gente sin recursos… No teníamos para ir a estudiar a otras ciudades… Y un colegio de esa calidad, el mejor que había en Bolivia, por todo, no solamente por el estudio, si no por la alimentación, el cariño, la familiaridad y todas esas cosas que existía en el colegio.
Nos asustamos y, como yo era el presidente del curso, pensé: “Mi padre me espera allá con una chicotera, ¡pa la mierda! y me manda a cargar goma y almendra al monte”. Así que empecé a trabajarlos uno por uno, para convencerlos.
Y no…, no estaban convencidos, ¡no! “¡Qué mierda!, si nos bota que nos bote, ¡qué huevada, no vamos a ir a clases!”, decían algunos. Yo los reflexionaba: “Hermano, pensá en tu padre, pensá en tu madre, ¡carajo!, se están rajando el lomo para mandarte tu mesada y no vamos a encontrar otro colegio como este”. “¡No, que no!”, respondían, ¡puta, mierda!, no querían.
Capitulación
Al final, poco a poco, se fueron convenciendo que yo tenía razón y se juntaron así algunos cuantos, los más resistentes a regresar al curso. Ellos creían que no nos podían aplazar porque ya estábamos en octubre. Había algunos más vivos que charlaron y negociaron con el cura. Al final, aceptaron y listo. Entonces yo le dije a Pica: “Bueno, padre, cuál es la condición, han aceptado los compañeros, vamos a volver a clases de una vez para que termine el año y que se acabe todo esto y nada más”.
Cuando volvió, me dijo: “Pedro está de acuerdo, lo único es que tienen que firmar un documento que él va a redactar”. “¡Mierda! ¡Otra vez! ¿Qué nos hará firmar?”, protestaban. Al final, yo, con la “perseguidora” porque yo le tenía miedo a mi padre, era peor que el papá de Manolito, no tiraba zapatazos, era palazos, así que… “¡A la mierda!”, dije, “yo cago si no firmamos” y la postura del cura era: “O firman todos o no firma ninguno”.
Proclamas
Así que uno por uno charlé. “Dejémonos de huevadas, es por nosotros, ahora ya no pensemos ni en nuestros padres, mira, nos aplaza, ¡a la mierda, carajo!, un año, ¡son huevadas!, y un año aplazados, ¡no, pues!, pónganse a pensar”, les dije. Reaccionaron favorablemente y dijeron: “Tenés razón, vamos a ver”. Había varios que querían regresar también, algunos estaban acobardados de tanta vagancia. Fuimos a la Dirección.
El show fue cuando estábamos firmando, ¡pue, carajo!, toditos, en la Dirección que era la antigua, en ese cuartito de más allá del dormitorio del cura, la salita, ahí. Había algunos que decían: “Yo firmo, padre, pero no dejo de ser libre”, ¡mierda!, y firmaba. “Yo, padre, firmo esto, pero obligado porque a mí no me gusta vivir como esclavo”. ¡Puta, mierda!, unos discursangos, ¡carajo!, y el cura calladito.
Firmamos toditos, yo respiré tranquilo porque dije, que se acabe esta huevada ya, no daba para aguantar más. Así que, al final, “bueno, padre”, le dije, “ya está todo firmado, todo hecho como usted quiso, nosotros también… ya sabe cuáles son nuestros deseos, pero queremos acabar el curso, que no haya problemas y seguir adelante. ¿Qué sigue ahora?”. Me respondió: “Ahora no sigue nada, Mario, ahora simplemente ya está, se acabó, esto ya es una experiencia, a sus cuartos a alistar sus cuadernos, ponerse al día y sigue el estudio”.
Garrotazo
Al otro día, lunes ya era, fuimos a las clases y nadie nos dijo nada. Todo el mundo estaba calladito, le tuvieron miedo a Pedro, para hacer comentarios, los compañeros de otros cursos. Y seguimos las clases, pero el garrotazo vino cuando ya nos estábamos yendo de vacaciones.
“Muy bien, señores”, nos dijo Basiana, “ustedes necesitan una lección”. ¡Carajo, mierda!, a ver con qué nos viene el padre, dijimos nosotros. “El próximo año no va haber promoción, todo el año vamos a ir a trabajar a las minas, al campo, a los cerros para que conozcan la realidad de esa gente que quisieran tener los puestos de ustedes y ustedes despreciando esto”. ¡Mierda, puta!, dije…, yo le digo a mi padre que no voy a estudiar, que voy a trabajar, ¡ya mierda! me tumba chicote.
Así que, agarramos no más y nos pusimos a charlar. “No, padre, no haga eso” y no sé qué le dijimos… Yo le hice una propuesta. “Sabe qué, padre”, le dije, “lo que necesita el mundo no es que nosotros nos convenzamos, nosotros ya nos hemos convencido, lo que necesitamos nosotros y para el bien de la ideología que usted está impartiendo, es que hagamos un extensionismo ideológico, recíbanos usted en el colegio y nosotros estudiamos en cualquier colegio con las ideas que usted nos ha implantado”.
Ya nosotros lo teníamos todo bien claro, la cosa era media extrema. “Y nos reconoce también como bachilleres”, le dije, “y los que no puedan venir al colegio porque no quieren, no vienen, y los que quieran venir y no pueden porque no tienen, usted les ayuda y los tiene en el colegio”. Y le pareció bien la idea.
Entonces algunos supieron de esas ideas y volvieron al colegio. Creo que eran unos seis o siete. Más estábamos en Cochabamba. Nos fuimos por nuestra cuenta también, no volvimos sí al internado, sino vivíamos en Cochabamba Toto Chávez, Carlos Salguero, yo, no me acuerdo quién más. Los otros no volvieron, pero habíamos varios, habíamos hartos. Otros no volvieron al colegio porque eran de Cochabamba, estaban ahí Gustavo Siles, Vilaseca…, y al final hicimos un curso más o menos de unos 13 o 14 que de vez en cuando charlábamos entre los compañeros.
![]() |
Nómina de bachilleres del San Rafael en 1974, gentileza de su Dirección. |
Ceremonia
A fin de año, Basiana nos reconoció. Hizo un acto de reconocimiento a los bachilleres del colegio Juan XXIII, Promoción 74. Algunos no se enteraron porque no quisieron volver ni quisieron saber nada del colegio. Ya ellos sabían la idea, pero no volvieron. Había algunos que les afectó. Incluso he charlado con compañeros de otras promociones que no salieron [bachilleres del colegio] y, bueno, a ellos no les gustaba cosas prohibidas o prohibitivas y que no sé qué. Decían que el colegio no es una monja, no es puro, hay cosas…, bueno, normal es, somos humanos.
Regresamos al colegio y nos hizo una ceremonia. La promoción se llamaba Pedro Basiana y el lema era: “Es tarea de toda la vida graduarse de hombres”.
Intolerancia
Hubo un acto de parte del padre, que en paz descanse… No lo quería a un compañero de curso y él vino a la ceremonia. El padre lo paró, a él, a su madre y a su tía que vinieron a la ceremonia, en la dirección. De ahí los botó del colegio, le dijo: “Tú no eres de esta ideología”. No te voy a decir cuál compañero es. “Tú no eres de esta ideología, no tienes autorización para entrar al colegio”, le repitió. Listo, lo sacó, ¡carajo!
Ese compañero, por ejemplo, está alejado de todos. Cuando nos encuentra, nos abraza, charlamos, ¡puta!, es feliz, todo lo que querrás, pero no se junta, no entra ni al grupo de WhatsApp, ni quiere saber nada del colegio, por supuesto, ¿no? Lo hirieron en el alma a ese pobre.
Mosaico
Pasó el tiempo, el padre me reclamaba, quería el mosaico de la promoción. Yo era el fotógrafo del curso porque yo estudié, cuando había esos cursos extras, yo escogí fotografía y tenía una cámara. Por eso, tenía hartas fotos que se me han fregado, ya son fotos antiguas.
Me acordé que tenía unas fotografías del grupo, pero ya algunos se habían ido, esto fue el 73, después de la pelea, antes de que salgamos de vacaciones. Hay varias fotos ahí que están circulando. Yo saqué una de esas…, estábamos casi todos, estaban Pedro y Pica. A los que faltaban le puse sus cabezas, las acomodé ahí, hay unos cuatro o cinco, creo, no me acuerdo. Le hice un mosaico bonito.
Me reclamaba y le dije: “Padre, ya está listo su mosaico”, pero él ya estaba en el hospital Setón, ya estaba enfermo con su cáncer del estómago o de la sangre, algo así. Yo agarré y se lo llevé y, feliz, me abrazó, contento. “Sí, ustedes han salido del colegio”, me dijo, “ta, ta, ta y listo”. Ahí charlamos, siempre charlábamos porque le gustaba a Pedro charlar conmigo de Filosofía.
Tomasito
[Cuando cerraron la Promoción 1974], algunos charlaron con padre Pedro y le dijeron que no tenían condiciones de pagarse un buen colegio. Preguntaron si el colegio podía ayudarles para terminar porque ellos no querían estar en el colegio. Hubo uno que se fue a Sucre. Basiana pagó de su bolsillo la mensualidad de uno de mis compañeros en Sucre, en el Sagrado Corazón.
Le hicieron una broma que todos la reían cuando regresó. [Reproduzco en forma de diálogo el relato de Mario]:
-Bueno, padrecito, mire aquí están mis notas, primer alumno del colegio, en el Sagrado Corazón. He cumplido. Yo le agradezco porque usted me ayudó para salir bachiller en ese colegio -provocó el becado en Sucre.
-Está bien- -le respondió Pedro.
-Ahora, mire yo estoy de ida hasta Riberalta y no tengo para mi pasaje, pero no quiero ocasionarle ese gasto y me voy a ir por carretera en el camión de René Jaimes, un compañero cuyo papá tiene un camión que viaja al Chapare. Allá voy a tomar una embarcación de unos amigos que no me van a cobrar nada y me van a llevar hasta Guarayamerín -la charló el compañero.
-¡Ah!, pero que bien, Tomasito, está bien que ahorre -manifestó Basiana [Ya te dije el nombre sin querer queriendo, ríe Mario].
-Usted sabe, padre, que para viajar en embarcación, esas embarcaciones, toc, toc, toc, los motores suenan feo, yo necesito que me regale para mi colchoncito y ahí tener para ir durmiendo porque son 15 a 20 días de viaje, sin parar día y noche -insistió Tomás.
-Ya, Tomasito, te voy a dar para tu colchón -aceptó el padre e iba anotando.
-También, padre, hay hartos mosquitos, pue, usted sabe la malaria, el dengue, esas enfermedades que a uno lo pueden matar, también para mi mosquitero -añadió el recién retornado desde Sucre.
-Ya, está bien, Tomasito -pacientemente aceptó Pedro.
-Y, padre, alguito más, para mi tapeque, usted sabe, 15 días a 20 días sin comer, ellos no me van a regalar la comida -aumentó Tomás.
-Ya, está bien, Tomasito -concedió el padre.
-Y… bueno, padre… -intentó obtener algo más.
-¡No, no, hasta ahí no más!, Tomás, te voy a pagar tu pasaje en avión y te vas a Riberalta en avión -con una energía repentina, Pedro Basiana zanjó el tema.
Así que [Tomás Saucedo] se vino en avión desde Cochabamba a Riberalta. Esa es una de las historias chistosas de la relación de mi curso con el padre. Lo de Tomás demuestra que la batalla con Pedro fue civilizada, al estilo moderno, como Rusia y los gringos. [Fue una guerra fría ardiente, le provoco]. ¡Exacto!, pero pactada. Ambos bandos salieron ilesos, aunque con heridos, pero todos ganadores.
Viéndolo de más arriba, Basiana deshizo una promoción regular y fue especial por el carisma de los estudiantes, la del 75 se redujo solo a cinco alumnos pues no querían ese método y me parece que el 76 fue cero [Arturo Monroy asegura que hubo promoción 76 sin mosaico], el 77 mejoró la cantidad pues ya había muerto Basiana.
![]() |
Celebración del bachillerato de Mario Vargas en un restaurante de la ciudad. |
Epílogo
El testimonio de Mario Vargas Ribera es amplio e incluye más historias como la versión de Pedro sobre algunos combatientes de Teoponte, su enfermedad y fallecimiento, su reacción con Arturo Malala cuando el adolescente silbó a la hija de una de las cocineras (episodio narrado a Mario por Milton Castro Videz, el acordeonista del Trío Oriental) y sus conversaciones con Pica y Édgar Dávalos.
Sería interesante, con la finalidad de recrear lo más fielmente posible esta historia, que los compañeros que debían obtener el bachillerato en 1974 sin obstáculos, como Enrique Coenraest hubiera deseado, aporten sus versiones y que los bachilleres de las promociones 1975, 1976 y 1977, que ingresaron al colegio los años 1970, 1971 y 1972, respectivamente, contribuyan a completar el relato. La idea es contar con material suficiente para reflexionar el modelo pedagógico de Pedro Basiana, las reformas educativas que introdujo en el Juan XXIII y, en definitiva, el proyecto histórico para Bolivia del que estaban preñadas con las premisas de la teología de la liberación y que -con la emergencia del Estado plurinacional- conocemos, vivimos y cuestionamos durante estos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario