Luís Tó: Pecado, fuga y pecado

        Luís Tó: Pecado, fuga y pecado

Representantes de la CBS, fotografía tomada de 3Cat.


El público escucha absorto. Observa la escena en la que Pedro Lima Salazar reproduce las palabras de una niña aymara cuando sale sollozando de una “entrevista de acompañamiento” con el jesuita Luís Tó Gonzalez: “Santusa, no entres, ese cerdo sacerdote me hizo doler mis partes íntimas”.

Lima Salazar narra que, durante los primeros años 90, porque era uno de los pocos novicios de la Compañía de Jesús que hablaba aymara, ayudaba a Tó Gonzalez -sin proponérselo- a detectar niñas vulnerables en la capilla Virgen Milagrosa, de la zona Pedro Domingo Murillo en la Diócesis de El Alto. Pregunté, afirma Lima Salazar: “Padre, ¿qué está pasando”. Cuenta que Tó Gonzalez le respondió desafiante: “Esa niña debió haberse caído en el baño. ¡Vamos, Pedro, concluimos aquí la charla!”

Las imágenes corresponden al documental “La Fugida” (La Fuga/La Huida) proyectado la noche del jueves 24 de octubre durante el Festival Internacional de Cine Fenavid de Santa Cruz de la Sierra. La película, una coproducción de 3Cat, Prensa Ibérica y Ottokar, describe como los jesuitas encubrieron a Francesc Peris Boixeda y Luís Tó Gonzalez en Barcelona y los trasladaron a Cochabamba y El Alto, respectivamente, donde ambos cometieron más delitos sexuales en contra de niños y adolescentes. Me propongo describir el caso Tó Gonzalez.

Luís Tó Gonzalez, fotografía tomada de 3Cat.

El profeso “Tocató”

Luís Tó Gonzalez nació el 26 de noviembre de 1934 en Barcelona. Ingresó a la Compañía de Jesús el 7 de septiembre de 1952. Monseñor Luis Manresa lo ordenó sacerdote el 30 de julio de 1965 en Sant Cugat. Un año después, celebró sus últimos votos y alcanzó el grado de profeso, un detalle esencial para comprender por qué lo protegieron.

La justicia española lo condenó en 1992 por abusar de una niña cuando fungía como prefecto y catequista en el colegio Sant Ignasi de Barcelona, a donde había llegado en 1968. Un mes después de su sentencia, lo enviaron a Bolivia tras una fiesta de despedida.

Aunque la Compañía de Jesús ha negado siempre que conociera los abusos sexuales de este sacerdote catalán, una publicación del periódico El País de Madrid del 25 de mayo de 2023 reproduce la declaración de una de sus víctimas: “Era un depredador compulsivo. Le llamaban el ‘Tocató’. Todo el colegio lo sabía”.

Llegó a Bolivia con 40 años. Inmediatamente lo asignaron como vicario a la capilla Virgen Milagrosa de la parroquia Santa María Madre de los Pobres de la Diócesis de El Alto. En la comunidad Pedro Domingo Murillo, compartía vivienda con los directores nacionales de Fe y Alegría y del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado. Pedro Lima Salazar afirma que en ocasiones se quedaba solo, con niños y sin supervisión.

Simultáneamente trabajaba en la Pastoral Urbana de la diócesis, era facilitador de ejercicios espirituales y asumió la dirección de Caritas El Alto. Hasta que sorpresivamente, con el pretexto de un año sabático, viajó a Lima (Perú) a principios de 1997.

Cuando retornó en 1998, lo “transcribieron” (sic) definitivamente a la provincia boliviana de la Compañía de Jesús. Vivía en la comunidad San Calixto. El provincial de aquel tiempo, para disuadirlo de su aspiración de ocupar una habitación en la vivienda jesuítica próxima al colegio San Ignacio de la zona de Següencoma, publicó el periódico El País de Madrid, le escribió: “[Allí] hay niños hasta en la sopa”.

Así, desde la residencia aledaña a radio Fides, desempeñaba cargos importantes: Coordinador del Departamento de Planificación y Evaluación de Fe y Alegría Bolivia, vocal del Directorio del Centro de Multiservicios Educativos (Cemse) y secretario de la Curia Provincial. En 2009, fue rector del Instituto de Aprendizaje Industrial en Oruro. Un año después, por “problemas cardiacos y pulmonares”, lo trasladaron a Cochabamba donde colaboraba con la casa de formación Pedro Arrupe y en la parroquia de la Compañía de Jesús.

Desde el Cemse, aprovechando su condición de Vocal del Directorio de esta institución, durante las gestiones de los ministros de Educación Tito Hoz de Vila y Amalia Anaya, del segundo gobierno de Hugo Banzer Suárez (1997-2001), este jesuita logró participar de las discusiones del Equipo Técnico de Apoyo a la Reforma Educativa (Etare), como ya lo había hecho el fundador del Cemse Antonio Sacristá, e influir en las políticas educativas del país.

En la Memoria Institucional 1985-2015 por los 30 años del Cemse, Tó Gonzalez escribe: “Se educa a una persona que no solo es cabeza; es corazón, es un conjunto de órganos vitales cuya salud física es fundamental. […] La educación reclama toda la persona no solo su cerebro”. ¿Con estas proposiciones instruiría a los novicios durante sus clases de Ética Sexual?

“La Fugida” desnuda el comportamiento encubridor de la Compañía de Jesús. Los directores: Josep Morell, Guillem Sánchez y Marc M. Sarrado, mediante testimonios de los actores de la historia, logran revelar la estrategia y las prácticas que los jesuitas emplean para invisibilizar estos delitos y para desentenderse de los problemas de las víctimas.

Pau Vidal, fotografía tomada de 3Cat.

Negar todo

Una vez que los papás de Alessandra Martín, en 1992 una niña de ocho años, formalizan una denuncia en contra de Luís Tó Gonzalez por abusos sexuales, la Curia Provincial y las autoridades del colegio Sant Ignasi de Barcelona impusieron la “máxima normalidad en la gestión escolar y la mayor discreción” entre profesores, estudiantes y padres de familia.

La mamá de Alessandra, Carmen Mesas, afirma en el documental: “Solo queríamos que aparten a Tó de la relación con los niños. La institución se negó e incluso sugirió cambiar de escuela a la niña. Faltaba un trimestre”.

Alessandra, a quién le agobiaba preguntarse: ¿Cómo has dejado que te hiciera eso?, valientemente le contó la conducta aberrante de Tó Gonzalez a su mamá. Admite ahora que sus padres tomaron dos decisiones cruciales. “Me creyeron” y comprendieron que “eso es un delito”, asegura y añade: “Después de la denuncia no volví a la escuela”.

El delegado de los jesuitas de Barcelona, Pau Vidal, ante la contundencia de las evidencias expuestas en el documental, admite que un “pederasta” convivía entre ellos, que fallaron al privilegiar una “cultura del silencio” y que -en 1992- “el provincial de aquel tiempo equivocadamente decide defender el prestigio de Luís Tó y de la institución, en vez de poner en el centro a la víctima y a su familia”.

Tras siete años del fallecimiento de Tó Gonzalez, Pau Vidal manifiesta parcamente: “Después de mirar nuestros archivos, hemos de decir que, desde el año 1968, de hecho, la Compañía de Jesús tenía constancia de que Luís Tó era un abusador”.

Jordi de la Mata, fotografía tomada de 3Cat.

Exaltar al personaje

Otra víctima de Tó Gonzalez, Jordi de la Mata, desconcertado relata en el documental que extrañamente, después de la sentencia del 15 de octubre de 1992 y de un auto que la declaraba firme del 2 de noviembre, las autoridades del colegio San Ignacio organizaron una fiesta de despedida. Afirma que argumentaron que el sentenciado era apreciado, querido y admirado entre los profesores, estudiantes y padres de familia. Tó Gonzalez partió como héroe a Bolivia.

Cuando ya se encontraba instalado en la vivienda de la comunidad jesuita Pedro Domingo Murillo, colindante a la capilla Virgen Milagrosa de El Alto, lo promocionaron como un luchador social, un activista por los derechos de los pobres, de los desamparados. El exjesuita Pedro Lima Salazar, en un relato publicado el 24 de mayo de 2023 por el diario El País de Madrid, declaró: “Nos lo presentaron como un jesuita catalán que estaba haciendo ‘mucho bien’ en la ciudad de El Alto, pues tenía una lucha con estafadores inmobiliarios llamados loteadores y que los alteños querían mucho al padre Tó”.

Exaltan sus virtudes mutuamente con la finalidad de invisibilizar, en el caso de Tó Gonzalez, la comisión de delitos sexuales en contra de niños y adolescentes.

Alessandra Martín, fotografía tomada de 3Cat.

Generar opiniones favorables

El abogado penalista que enjuició a Luís Tó Gonzalez, Francesc Jufresa, asegura que después de aceptar el patrocinio a los papás de Alessandra Martín, amigos y conocidos de los jesuitas lo presionaron para que no activara ningún proceso. Afirma que le aconsejaban y le sugerían que abandone el caso y que incluso una alta autoridad pública llegó a manifestarle en tono de orden: “Contra el padre Tó, no”.

Alessandra Martín, la víctima de Tó Gonzalez, afirma que recuerda que la Asociación de Padres de Familia del colegio Sant Ignasi, al día siguiente de la denuncia, publicó un documento de respaldo a los jesuitas que expresaba: “Manifestamos nuestra incondicional adhesión a la institución”. Ni siquiera esperaron que concluya el juicio, relata desencantada Alessandra. Su mamá, Carmen Mesas, reacciona extrañada: “Pensaba que iba a haber apoyo de los demás padres”. Abandonaron a la familia de la niña.

Carmen Mesas, fotografía tomada de 3Cat.

Descalificar a la víctima

Francesc Jufresa asegura que la defensa de Tó Gonzalez “consistía en atacar a la víctima”. Los abogados defensores, explica Jufresa, convocaron a una profesora de Alessandra Martín para que muestre y describa dibujos de la niña y para que afirme que era una “fabuladora”. Respaldaron esta versión con opiniones de médicos y psicólogos.

Treinta y un años después, Alessandra Martín manifiesta que le cuesta creer que su profesora haya insinuado que era “coqueta, [de] gestos provocadores, coquetona”. Los abogados de la defensa de Tó Gonzalez pretendían que los jueces imaginen a una pequeña de siete años seduciendo a un catequista cuarentón.

La mamá de Alessandra, Carmen Mesas, cuenta que -durante el juicio- los abogados contratados por los jesuitas le preguntaron a su hija “si estaba con bata o no”, porque esa indumentaria podía facilitar a Tó Gonzalez “la metida de mano”.

En este ambiente enrarecido, añade Jufresa, Tó Gonzalez “no expresaba ninguna emoción”, no empatizaba cuando hablaban de sus delitos, mantenía una actitud “glacial”, imperturbable. El abogado de Alessandra certifica: Esta actitud confirma sus fechorías; quedó probado que “sentaba a la cría en la falda, la tocaba y obtenía satisfacción sexual”. El testimonio de Xavier Comas, un exalumno testigo de los abusos porque asistía al despacho de Tó Gonzalez junto con Alessandra, fue clave.

Jufresa concluye: El tribunal emitió una sentencia histórica: dos penas de un año de prisión menor cada una que se suspendieron porque Tó Gonzales no tenía antecedentes criminales y la pena de inhabilitación para que no ejerza la docencia, aunque esta parte de la sentencia no se ejecutó.

Los provinciales de Barcelona y de Bolivia ignoraron que el fallo ordenaba que Tó Gonzalez no debía relacionarse con niños ni adolescentes. El profeso “Tocató”, con el santo pretexto de prepararlos para la primera comunión, en la capilla Virgen Milagrosa continuaba con sus “entrevistas de acompañamiento” en su oficina parroquial. Existe evidencia, por otro lado, de que aplicaba exámenes de admisión para el colegio internado Juan XXIII de Cochabamba a los postulantes de El Alto y de zonas próximas a esta ciudad en el altiplano paceño. Tó Gonzalez eligió, por ejemplo, en 1993 a algunos adolescentes que ingresaron al internado en 1994 y concluyeron el bachillerato en la Promoción “Whipala 1998”.

Estudiantes del Sant Ignasi de Barcelona, fotografía tomada de 3Cat.

Trasladar el problema

Pau Vidal, el delegado de los jesuitas de Barcelona, confirma en el documental que Tó Gonzalez viajó a Bolivia en 1992, que aquí vivió 25 años, que trabajó en El Alto, en Oruro y en Cochabamba. Durante sus actividades pastorales como catequista, “al principio, […] no tenían contacto con menores”; pero, “no podemos decir que durante 25 años no tuvo contacto con niños”, manifiesta.

Los periodistas de El País de Madrid afirman que tienen evidencia de que los jesuitas de Barcelona transmitieron a sus pares de Bolivia una pregunta clave: “Según tenemos el dato, en 1992 su primer destino fue vicario parroquial, ¿había ahí contacto con menores?” El provincial de Bolivia respondió internamente: “Probablemente allí pudo haber contacto con menores”. Ocultaron esta información.

La Compañía de Jesús trasladó el problema. Envió a Tó Gonzalez a Bolivia para apagar el “escándalo” ante la opinión pública española. Lo hizo como su fundador Ignacio de Loyola instruyó en sus constituciones del Siglo XVI, particularmente en la segunda parte del numeral 215, que enseña: “No importa la calidad ni cantidad de los delitos, sino que estos se hayan conocido causando ‘Escándalo’ público. Para borrar el ‘Escándalo’, tal vez sea necesario expulsar a alguno. Pero, si en lo demás es buen sujeto (solo es pederasta), verá el Provincial en su criterio si es bueno permitirle ir a lugares distantes (de donde cometió el delito), sin expulsarlo ni salir de la Compañía”.

Público que asistió al estreno del documental en Santa Cruz, fotografía de Roberto Pacheco.

Solo pedir perdón

Ya sin argumentos de defensa, Pau Vidal, el delegado de los jesuitas de Barcelona, admite: “El caso Luís Tó ha sido un grave error, pedimos perdón. […] Por lo tanto, reconocemos con muchísimo dolor y pedimos perdón porque, durante décadas, tuvimos entre nosotros lo que hoy llamaríamos un depredador sexual y no tomamos las medidas necesarias y suficientes para que no siguiera abusando de otras personas”.

Un portavoz de los jesuitas en Bolivia, Sergio Montes, en cambio, insiste en la investigación del caso para definir responsabilidades. “Cualquier autoridad, sea un provincial, sea un superior, que haya podido conocer esto, tiene que ser investigado, necesariamente tiene que ser investigado”. Lamenta que “la jerarquía de la iglesia [evita referirse a los provinciales de la Compañía de Jesús]” haya reducido el asunto al “plano moral” y que no lo haya visto “también como un delito”.

Un exalumno del colegio internado Juan XXIII y abogado, José Luis Gareca Arias, que reunió información sobre varios sacerdotes jesuitas que cometieron delitos sexuales en contra de niños y adolescentes bolivianos, afirma en el documental: “En total, 400 menores han sufrido estas agresiones, personas que han sufrido traumas enormes”. Añade: “[…], entre toditos sabían, absolutamente, no solo por la confesión que los jesuitas van manifestando periódicamente en sus actos de conciencia y su desnudez que tienen que presentarse ante sus superiores. Lo sabían, de acuerdo a algunos testimonios que he tenido acceso”.

Gareca Arias reclama: “No se ha acercado la Compañía de Jesús a nosotros, podía haberlo hecho, podía hablar… decir, bueno, ¿cómo resolvemos? Porque al final, ya han muerto, ¿cuál es la solución? ¡No! Es más bien ponerse en una posición terca. Ellos están haciendo los procesos penales a los muertos y a los vivos les han permitido huir…”.

Francesc Jufresa, fotografía tomada de 3Cat.

La definición de Jufresa

El abogado Francesc Jufresa, cuando -durante el documental- conversa con Alessandra y su mamá, refiriéndose a los jesuitas, en el minuto 1:22:00 de la película de 3Cat, precisa:

Aquí hay una organización que no solo permite que se produzca un hecho delictivo, sino que, cuando se produce, lo encubre. Esto -en el lenguaje de la mafia- se llama la omertá. Que nadie sepa nada, ni hable nada para que la justicia no pueda averiguar un hecho delictivo, que todo siga igual, que el culpable no sea condenado. Y esto demuestra, para mí, que es una cosa que nadie ha planteado, pero que algún día les van a plantear, que cuando no limpian y depuran, están actuando como una cosa que ahora está en el Código Penal, que se llama organización criminal. Esto, algún día, alguien afinará y les van a crear un problema muy serio porque no se puede seguir en pleno Siglo XXI tapando esto… y haciendo pan y pez. ¿Hasta cuándo ha ocurrido lo de este hombre [Tó Gonzalez]? Hasta que se ha muerto, más o menos. Bueno, me imagino, porque no ha habido nadie que lo haya parado.

A un año y medio de que en Bolivia estallara (exactamente el 30 de abril de 2023), el caso Alfonso Pedrajas Moreno, alias Pica, después de que el diario El País de Madrid publicara el reportaje “Diario de un cura pederasta”, que narra como este otro sacerdote jesuita profeso también confiesa que abusó sexualmente hasta de 85 adolescentes en el colegio internado Juan XXIII de Cochabamba, la Comunidad Boliviana de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesial, admite su portavoz Edwin Alvarado Terrazas, aún busca a su Francesc Jufresa.

Luís Tó Gonzalez, fotografía tomada de la memoria institucional del Cemse.

Un ejecutor obediente

¿Por qué la Compañía de Jesús defendió y protegió a Luís Tó Gonzalez con semejante determinación? Un antecedente esencial es que había alcanzado el grado de profeso, que son aquellos que concluyen todo el itinerario formativo ideado por Ignacio de Loyola. Tras ingresar a la orden en 1952, Tó Gonzalez venció dos años de noviciado, otros dos de juniorado, tres de estudios de Filosofía, dos o tres años de magisterio y tres de Teología. Antes de ejercer como sacerdote, superó una última prueba: la tercera probación, un conjunto de ejercicios de meditación y de pruebas espirituales. El “Pare Tocató” era un elegido.

La antropóloga Carmen Salcedo, en la página 60 de su tesis doctoral “Los desafíos de los jesuitas en Bolivia, 1950-2000”, presentada en la Universidad Autónoma de Barcelona, explica: “Profesos, son aquellos jesuitas sacerdotes que hacen profesión solemne de los cuatro votos (incluyendo el de obediencia al Papa). En este grupo han residido las tareas directivas y de formación de jesuitas de más jerarquía en la orden”. Ergo, constituyen los de más alto rango; en términos militares son los comandantes de las obras jesuitas, aquellos que detentan todo el poder en sus proyectos evangelizadores y educativos. Tó Gonzalez era un ejecutor de las misiones más importantes de la Compañía de Jesús.

Lo enviaron a “la frontera”, a un país, a una comarca lejana de donde cometió delitos sexuales en contra de los niños para librarlo de la presión de la opinión pública española y para que continúe con su misión sin alertar sobre los riesgos de su presencia al Estado receptor: Bolivia. “La Fugida” permite comprender este factor esencial de la existencia obediente de Tó Gonzalez.

Este misionero catalán falleció el 11 de abril de 2017, a los 82 años, tras cinco lustros en Bolivia. Sus huesos se pulverizan en un mausoleo que la Compañía de Jesús construyó en el cementerio general de Cochabamba. Las poblaciones andinas creen que los muertos retornan el primer día de noviembre, ¿cuántas Santusas incluso ahora lo increparán mentalmente, en lo más recóndito de su consciencia y de su espíritu, cuando recuerdan aquellos dedos concupiscentes que profanaron su infancia?

No hay comentarios:

Publicar un comentario