Una q'uwa de sanación abre el camino
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Tres amautas ofrecen una q'uwa de sanación. |
Un
silencio solidario truena en la Casa Departamental de las Culturas de la
Gobernación de Cochabamba, mientras un sobreviviente ofrece su testimonio sobre
el abuso sexual que padeció y resistió en el colegio internado Juan XXIII
durante los años 80. Habla en representación de la Comunidad Boliviana de
Sobrevivientes.
Detrás
de una cortina blanca y sentado de espaldas a un público conmovido hasta las
lágrimas, con voz serena, reflexiva y firme revela su misión: “Estamos
organizados…, Comunidad Boliviana de Sobrevivientes, con ese nombre lucharemos
para sanar, para decir basta, nunca más silencio, nunca más repetición de estos
delitos, justicia; nuestra lucha es por la seguridad de nuestros niños y niñas”.
Estas palabras forman parte del Acto Cultural de Desagravio a Bolivia y de Reivindicación del Colegio Internado Juan XXIII. Lo organizó, el martes 21 de noviembre de 2023, la Asociación Nacional de Antiguos Alumnos del Colegio Juan XXIII (ASIA-J23) con el lema “Nuestro grito se hace canto” que, sin eufemismos, podría traducirse en “Nuestra bronca se hace canto”, “Nuestra furia se hace canto” o, con claridad cósmica, “Nuestro ajayu se hace canto”.
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Sofía Rodríguez y Gerardo Suárez. |
Superar el agravio
A
las 19:35 de aquel martes, Gerardo Suárez Roca, el popular Brillo de la
película Mi socio y exalumno del Juan XXIII, y Sofía Rodríguez Pozo, una
simpática joven, hija de dos exalumnos de este colegio y brillante estudiante
de Comunicación, tras presentarse mutuamente, abren el evento ante una escasa,
aunque comprometida concurrencia.
Inmediatamente después, Gerardo convoca a la vicepresidente de ASIA-J23, Giovanna Miranda Zapata. En representación del presidente de la organización, Hilarión Baldiviezo Rodríguez, quien reside Santa Cruz, ella ofrece la bienvenida a los asistentes, reivindica los aportes educativos del modelo Juan XXIII desde 1964 y agradece a sus compañeros de colegio y a sus familias por la fortaleza que demuestran. “Estamos seguros que, cuando encontremos la verdad, trabajemos por justicia y [para que] haya reparación para las víctimas que han sido afectadas con la pederastia eclesiástica, [entonces] vamos a conseguir definitivamente este desagravio”, afirma.
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Gerardo Suárez prepara su intervención. |
La experiencia de Brillo
Cuatro
minutos después, a las 19:39, Sofía convoca a Gerardo y anuncia que interpretará
un soliloquio sobre su experiencia en el Juan XXIII. Brillo aclara que
se trata de su “experiencia personal”. Narra que nació en Riberalta, que -a
fines de 1980- cuando tenía 11 años, un grupo de profesores del Juan XXIII
llegó a su pueblo con el objetivo de aplicar exámenes de selección a los
mejores alumnos y becar a los que aprueben, residirían en un colegio internado
mixto. Recuerda que es el tercero de seis hermanos y que durante aquel tiempo
sus padres se separaban por lo que, pese a la connotación negativa que la
palabra “internado” generaba en su conciencia, aprobó y decidió marchar hacia
Cochabamba.
Una
colección de fotografías, que el cineasta Rubén Pacheco Vargas había
seleccionado, apoya las palabras de Gerardo. Admite que lo primero que le
impactó, cuando llegó a las instalaciones del Juan XXIII en Villa Granado, fue
“compartir con compañeros de todas las regiones del país”, desde Cobija en el
norte hasta Tarija en el sur y desde las poblaciones mineras del occidente
altiplánico hasta las del Chaco y la Amazonía en el oriente.
Durante
el ascenso del monólogo, Gerardo subraya la intensidad del estudio -mañana y
tarde- y la potencia de la bien equipada biblioteca, pletórica de obras
literarias universales que los estudiantes devoraban con avidez y sobre las que elaboraban
informes de lectura. Sonríe cuando proyectan imágenes de muchachos
practicando poesía, ajedrez, teatro, pantomima y karate. Rememora la actividad
febril que generaban las olimpiadas del saber y las deportivas, además de los
festivales de teatro y música, las visitas culturales a algunas empresas, como
Manaco, Fabe, Imba y Coca Cola. Manifiesta emocionado: “Éramos felices, eran
tiempos muy hermosos; me acuerdo que no quería salir de vacación, me quedaba a
trabajar”.
Explica
que, durante los dos primeros años, Cultura, solo estudiaban, jugaban y cumplían
algunas actividades domésticas como barrer/trapear pasillos y aulas, asear
baños y lavar vajilla. Añade que, durante tres años, es decir, los cursos superiores,
Comuna, estudiaban y trabajan en la panadería, la carpintería, la vaquera, la
chanchera y todas las fuentes de trabajo que procuraban la autofinanciación.
Gerardo
relata que había un gobierno escolar, que una asamblea respaldaba las decisiones
colectivas, que cultivaban la pluriculturalidad y la equidad de género, pues
respetaban los derechos de sus compañeros de pueblos indígenas y los de las
chicas, respectivamente, en la Pequeña Nueva Bolivia (Penubol).
Menciona
que, cada año, todos los cursos asistían a ejercicios espirituales inspirados
en los códigos de San Ignacio de Loyola, organizaban campamentos en Chiltu
Pampa (Sipe Sipe) o en alguna población del trópico de Cochabamba, caminaban hacia
la cima de la cordillera del Tunari donde bebían agua de lagunas cristalinas. Cada
domingo, expresa, celebraban una eucaristía en la que compartían la palabra de
Dios. “Era un colegio que formaba hombres nuevos…, […], esa es la esencia del
Juan XXIII: formar hombres comprometidos con la sociedad, comprometidos con los
más pobres, con ese sueño de crear una nueva Bolivia”, manifiesta.
En la parte más emotiva de su relato, revela que -en el Juan XXIII- se enamoró “por primera vez” y que envió sin respuesta “unas 50 cartas con poemas”. Reconoce que allí Paolo Agazzi lo eligió para filmar Mi socio, “la película más vista en Bolivia”. Afirma profundamente conmovido: “Ese Juancho que llevo en mi corazón y que me dio muchas alegrías y que después me daría la decepción, tanto de la Iglesia Católica como de nuestros mismos profesores…”. Su voz se quiebra, contiene sus lágrimas, suspira profundamente y, tras una brevísima pausa, bendice a los sacerdotes diocesanos belgas que fundaron el colegio y a los benefactores de la comuna de Jodoigne (Bélgica). “Bendigo a aquellos que no fueron malos, que no fueron todos, fueron algunos…”, culmina. Un público consternado y paciente escucha su alocución durante un poco menos de 20 minutos.
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El sexteto Ariwara Bolivia. |
Una
voz privilegiada
Cuando
el reloj de la catedral repicaba las 20:00, Sofía presenta al Grupo Ariwara
Bolivia. Destaca la voz privilegiada de Gael, un muchacho de 12 años.
“Representan la voz de los niños bolivianos que reclaman un trato digno,
respetuoso y justo para toda su generación”, explica la animadora.
Ariwara
Bolivia es un sexteto. Suben al escenario cuatro varones, que visten pantalones
y camisas negras con chalinas rojas, y dos mujeres, una guitarrista y otra
charanguista, que lucen pantalones negros y blusas rojas. Los acompaña una
batería eléctrica.
Gael
anuncia la interpretación de Mi socio y dedica el taquirari a Gerardo
Suárez Roca, quien canta con él durante la segunda parte de la pieza compuesta
por Alberto Villalpando. Falla el sonido del charango, José Luis Araníbar, de
la Promoción 1986, el responsable de la amplificación, y su equipo -solícitos-
intentan resolver el problema. Generosa, Luciel Izumi presta su charango.
Entonces, Ariwara Bolivia interpreta “Quiero ser libre de ti”, “Los mineros
volveremos” y otras dos canciones significativas del folklore boliviano.
Al final, Gerardo pregunta al público si Gael y su grupo, para despedirse, deben cantar una vez más; los asistentes responden que sí. Mi socio resuena en el Palacio de las Culturas, Gael y Gerardo sintonizan voces, el público corea emocionado.
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El maestro Alfredo Coca Antezana. |
Acuarela
boliviana
Más
adelante, Gerardo anuncia al maestro Alfredo Coca Antezana. Tras afinar su
charango y conjugar su sonido con el de la guitarra del sacabeño Wilson Cruz, afirma:
“Tenemos conocimiento de ese colegio Juan XXIII que ha sido el que ha acogido
la selección de los talentos estudiantiles de Bolivia, a mí me consta porque
vivía cerca, por la final América, y ahí veíamos a estos jóvenes, [veíamos]
cómo se ha forjado, cómo han hecho quedar bien al país siendo profesionales,
siendo buenos bolivianos”.
Coca
Antezana comprende el valor simbólico de su presentación en el acto de
desagravio y concluye: “Por eso me uno a este momento en el que también
nosotros mostramos nuestro cariño a nuestro país, ellos lo han mostrado
estudiando, superándose; nosotros tocando lo nuestro, la música, en este caso,
vamos a hacer una pequeña muestra de lo que es una acuarela boliviana, […] Con
la música vamos a mostrar un poquito toda esa esencia de nuestra patria
querida, empezamos con este tema de don Adrián Patiño”.
Mientras tanto, un grupo de amautas prepara una mesa andina de sanación, al lado derecho del escenario. La acuarela boliviana los acompaña.
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Un representante de la CBS. |
Una
víctima habla
A
las 20:55, Gerardo anuncia a una víctima y sobreviviente de la pederastia
clerical en el colegio internado Juan XXIII. Apagan la iluminación del hall de
la ex gobernación. Emerge una silueta sentada en una silla, de espaldas al
público, en el primer descanso de las gradas. Lee un documento durante nueve
minutos, se presenta como representante de Comunidad Boliviana de
Sobrevivientes. Los amautas, imperturbables, continúan preparando la mesa de
sanación.
Explica
que para sus padres confiar su educación a la Compañía de Jesús, una
organización religiosa transnacional de 500 años, “implicó confianza absoluta”.
Interpela a los asistentes que escuchan consternados: “Cuando nos miren,
véannos cuando teníamos 12, 13, 14 años; [estábamos] despertando al mundo de la
adolescencia, despertando a descubrir nuestra propia sexualidad, a esa edad
fuimos victimados”. Aclara que no solo fueron víctimas de “pederastas
compulsivos y violadores seriales”. Asegura que sufrieron abuso de poder y
abuso de conciencia y que los condenaron al silencio. “No podíamos acudir a
nadie, solo los teníamos a ellos”, narra con voz serena y determinada.
Relata
que, después de la publicación del periódico El País de Madrid el 30 de abril de
2023 que revela el diario de un cura pederasta (el jesuita Alfonso Pedrajas
Moreno, alias Pica), las víctimas se encontraron y descubrieron “el infierno” al
cual fueron “condenados y sometidos permanentemente”. Con elocuencia,
manifiesta: “El silencio en la oscuridad es duro cuando piensas que eres el
único. Eso nos pasó; no sabíamos que somos muchos, que éramos demasiados”. Sus
interlocutores escuchan en silencio, bajan la cabeza.
La
víctima y sobreviviente recopila la triste y brutal historia del colegio internado
Juan XXIII y sus directores señalados como abusadores: Alfonso Pedrajas Moreno
(Pica), Francesc Peris (Chesco), Carlos Villamil Olea (Vicu) y Francisco Pifarré
Clapés (Pifa). “A este último lo sacamos denunciándolo a sus superiores, el provincial
era Marcos Recolons; en nuestra inocencia creímos en ellos, creíamos encontrar
justicia y solo los reubicaron, como siempre”, afirma.
Más
allá de este icónico colegio de “becados”, nombra los casos de Luis María Roma
en Charagua (Santa Cruz), Jorge Vila Despujol en Defensa de los Niños
Internacional de Cochabamba, Antonio Gausset Capdevila, un ex capellan de la
Corte Suprema de Justicia, con los niños campesinos de Chuquisaca y de
Alejandro Mestre en el colegio San Calixto de La Paz. Levanta el tono de voz y
afirma: “Todos ellos violadores seriales denunciados, todos ellos jesuitas”.
Reflexiona
sobre la denuncia penal que presentaron en contra de la máxima autoridad
ejecutiva de los jesuitas amparados en el bloque de constitucionalidad. “Este
panorama demuestra que era de su total conocimiento, de su total
consentimiento, complicidad absoluta, su responsabilidad es institucional. No
pueden decir que no sabían, son demasiados mecanismos de comunicación interna
ineludibles para desconocer semejantes delitos”, explica. La audiencia luce
consternada.
Asume
que no son las primeras víctimas de los jesuitas y que, de no frenar su
sistemática forma de proceder, no serán las últimas. “Nunca más silencio, nunca
más repetición de estos delitos; nuestra lucha es por la seguridad de nuestros
niños y niñas. Basta de resolver estos asuntos bajo la mesa, queremos que se
sepa la verdad. No es venganza, es justicia. La institución que los protegió [a
los pederastas] tiene una deuda histórica con nuestra sociedad”, clama y reconoce
que se enfrentan a una organización poderosa, millonaria y con múltiples
contactos en instituciones del Estado y de la sociedad.
Agradece
a la Asociación Nacional de Antiguos Alumnos del Juan XXIII y subraya su
respaldo incondicional a “la causa”. Invita a las víctimas: “Destapar ese
dolor es inevitable y necesario, hermanos y hermanas, debemos salir de la
oscuridad a la que nos condenaron cuando éramos niños. Hay una realidad
espiritual en la que hemos sido marcados y ese daño es generacional, deuda
ancestral llaman nuestros sabios y nuestras sabias. Queremos que sepan que no
estamos solos, tenemos una herencia cultural milenaria, una madre que nos
abraza, debemos comenzar a sanar por nuestras familias, por nuestras wawas
[hijos], por nuestra sociedad”.
Anuncia que se organizaron en la Comunidad Boliviana de Sobrevivientes y que con ese nombre lucharán “para sanar, para decir basta, nunca más silencio, nunca más repetición de estos delitos, justicia; nuestra lucha es por la seguridad de nuestros niños y niñas”. Sereno, concluye su alocución. Lo aplauden. Sofía Rodríguez agradece “la fortaleza y el valor” de la persona que compartió su testimonio.
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La charanguista Luciel Izumi. |
Desagravio
a Bolivia
A
las 21:05, la consagrada charanguista Luciel Izumi ingresa al escenario, la
acompañan Romer Flores con una guitarra y Ruddy Barrancos con un saxofón
amarillo. “Estamos muy contentos de poder estar en este escenario que para
Bolivia también es muy importante, con este mensaje tan crudo a veces…, pero
necesario de poder cuidar nuestra infancia, de poder cuidar a nuestros niños en
todas sus etapas, hasta grandes, hasta nosotros, tan grandes, miren, hemos
tenido infancias crudas y seguimos aquí dándolo todo frente a escenarios… a
veces… ¿no?”, atina a pronunciar conmovida por el testimonio que había
escuchado. El público aplaude, la anima.
Luciel
Izumi anuncia la interpretación de la cueca “Viva mi patria Bolivia”. Los
organizadores le habían encargado esta creación de Apolinar Camacho Orellana para
desagraviar a Bolivia y a su gente. Después de la quimba, alienta a cantar,
algunos corean tristes: “Por ella doy mi vida, también mi corazón…”. Su
sensibilidad de artista le avisa que el público aún asimila las palabras del
represente de la Comunidad Boliviana de Sobrevivientes, entonces hace chistes
con su apellido, se declara una espina entre Romer y Ruddy porque apellida
Espinoza. El trío interpreta “Viva Cochabamba mayllapipis” de Los Kjarkas. “Hay
que alegrarnos porque la vida continúa…, ¡no se nos pongan q'aymas [tristes]!”,
anima sonriente. Lo logra.
Ya
dueña del escenario y empática con los asistentes, Luciel Izumi arranca a su
charango las melodías de, afirma, “otra hermosa cueca”. Ejecutan “Rosa Carmín”,
cuya letra le pertenece al maestro Juan Manuel Thorrez Rojas y la música al
destacado Néstor Olmos Molina. Invita a bailar, nadie obedece…, el saxofón
suena melancólico.
Agradece
la presencia de Ariwara Bolivia y Gael. “Feminizamos el charango, aplausos para
las niñas”, aclara y reclama orgullosa. También destaca la presencia del
maestro Alfredo Coca Antezana. Entonces, su charango canta el huayño “Recuerdos”
de Edgar “Yayo” Jofré. El saxo suena más alegre. Ella cierra los ojos, su
rostro regala gestos reflexivos, algo recuerda, como todos los espectadores.
Interpreta el alegre y multicolor carnavalito “Jumechi” de Godofredo Núñez Chávez y se despide con la que, asegura, es “la mejor morenada del mundo”. Invita a bailar y cantar “Aromeñita” de Manuel Soliz Flores, levanta al público que la aplaude. “Juntos vamos a llegar lejos, esperamos que con la cultura mucho más lejos”, alienta y se marcha.
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El dúo Taypi Sunqu. |
Rebeldía
aymara
Gerardo
Suárez, a las 21:30, presenta a una exalumna de la Promoción Biafra 1983 del
Juan XXIII, Graciela Choque Cárdenas, que se suma al festival “Nuestro grito se
hace canto”. El dúo Taypi Sunqu, que significa "desde el centro del
corazón" (une una palabra aymara y otra quechua) sube al escenario.
Graciela se presenta con su esposo: Ramiro Revollo Jaén, quien porta una
guitarra. Saluda a la concurrencia y explica el motivo de su presencia: “Hemos
venido a compartir después de tanto dolor, tanta tristeza. Naturalmente el
espíritu nos lleva a convertir el grito en canciones. Muchos de nosotros somos
de familias indígenas. En mi caso, soy aymara y quisiera rendir un honor a mi
madre aymara y a padre aymara”.
La
artista expresa: “Cuando escuché decir que estuvimos en el colegio Juan XXIII
porque no teníamos un plato de comida y por eso no quisimos denunciar [a los
curas pederastas]; nada más falso que aquello porque, primero, nuestros padres,
nuestras madres, jamás nos hubieran enviado al colegio si hubieran sabido lo
que aquello significaba, ¡jamás!, como nadie aquí lo hubiera hecho”. La concurrencia
aplaude esas palabras. “La confianza llegó a tal extremo que realmente ocurrió
aquello y… para prácticamente para unos niños de 12 hasta 17, 18 años es muy
difícil hablar. Yo soy maestra y por eso sé que es muy difícil hablar, entonces
no podemos juzgar de esa manera”, añade mientras su esposo afina su guitarra.
Aclara que su presencia es también un acto de reivindicación para sus padres
que “también han sido víctimas, como toda la sociedad boliviana”.
Anuncia
el primer tema, la cueca valluna "Urpi" (Paloma) de la cantautora
quechua Encarnación Lazarte quien recita en dulce quechua sus temas desde Cliza
(provincia Germán Jordán del valle alto de Cochabamba). Graciela canta en
quechua; dos niñas, una de ellas su nieta, bailan junto a ella. Mirándolas,
Graciela asegura: También participamos “porque tiene que haber justicia y
tenemos que dejar un mejor mundo para nuestros hijos y nuestros nietos y,
quizás, nuestros bisnietos, nuestros tataranietos a quienes no vamos
probablemente a conocer…, pero les tenemos que dejar un mejor mundo”. Después
canta en castellano un huayño de la nación aymara, de las comunidades próximas
al lago Titicaca: "La viborita".
Graciela es la única artista del Juan XXIII que participa del evento. Esther Cuéllar Lino de la Promoción Polonia 1986 y el grupo “Juan Pueblo” de la Promoción México 1990, aunque formaban parte de la cartelera, se excusaron a último momento. Esther argumentó que debía cumplir compromisos académicos en la universidad de Siglo XX y los “Juan Pueblo” que el acto de desagravio coincidía con la celebración de los cumpleaños de dos de sus integrantes.
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La diputada Pamela Terrazas Escóbar. |
Diputada comprometida
Gerardo
Suárez anuncia la intervención de dos personalidades del público. Invita a
Pamela Terrazas Escóbar, una diputada del Movimiento al Socialismo, quien toma
el micrófono a las 21:45. Saluda y admite su desolación por el testimonio que
ha escuchado e inmediatamente se compromete a trabajar para “encontrar justicia”, aunque acepta las estructurales limitaciones del sistema de justicia. “Hasta el
día de hoy me apena decirles que no hay avances de nada, la justicia para mí
está podrida, pero mi compromiso va a ser trabajar”, informa y opina.
Reconoce
que la Asamblea Legislativa postergó indefinidamente el debate del “Proyecto de Ley de Lucha contra la Impunidad
en Delitos Sexuales contra Infantes, Niños, Niñas y Adolescentes”. Propone a la
concurrencia: “No se ha aprobado la ley, lo que podemos hacer es enfocarnos
en una ley, pero específicamente para dar mano dura en este tema de pederastia”.
Afirma que confía en los antiguos alumnos del Juan XXIII y que con ellos trabajará
“el proyecto de ley soñado”.
El
público percibe su sensibilidad cuando expresa: “Es muy duro todo lo que han
pasado. Ahora, las personas que nos cuentan tienen la edad de mi padre, que en
ese momento tal vez tenía la edad de nuestros hijos”. Narra que ha escuchado,
“con lágrimas en los ojos”, testimonios de varias personas que le han confiado historias
inenarrables. Ruega que los niños bolivianos nunca más sufran este tipo de
abusos clericales. “Por eso tenemos que cuidarlos y protegerlos”, concluye.
Confiesa
que intentaron silenciarla, que la amenazaron y que le advirtieron que no se
“entrometa más”. Ella responde públicamente: “No tengo miedo, no tendría por
qué, no estamos haciendo nada malo, lo que hemos hecho es sacar a la luz todo lo que ha pasado”. Añade con convicción: “Yo soy cien por ciento católica,
confío en Dios; pero con todo esto que ha pasado, a uno..., de verdad..., le da a
temer… Las cosas que han pasado con la Iglesia Católica…, todo ya se ha
escuchado”. Los asistentes respaldan en silencio sus palabras.
Finaliza su participación con un compromiso y una manifestación de fe. “Me comprometo a seguir hasta lo último, no es un tema que solamente se ha quedado ahí, vamos a ajustar en la Fiscalía, vamos a ajustar a todas las instancias donde han ido a hacer las denuncias…, porque no puede quedar esto así, no puede quedar impune, tenemos que llegar hasta lo último porque lo único que piden nuestras víctimas es justicia y es lo que no encontramos hasta el día de hoy”, proclama y, antes de devolver el micrófono, expresa su admiración por Gerardo Suárez Roca de Mi socio, las charanguistas Luciel Izumi y Abigael del grupo Ariwara Bolivia, la maravillosa voz de Gael y la sabiduría del maestro Alfredo Coca Antezana.
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El amauta Freddy Magno Mamani Mollo. |
Guerra espiritual
Inmediatamente
después, delante de la mesa de sanación que había armado, Freddy Magno Mamani
Mollo, un representante del Consejo Nacional de Amautas y Guías Espirituales de
Bolivia, ataviado con un abrigo color beige con motivos andinos, un sombrero
oscuro y dos chuspas (bolsas) a cada lado, con voz firme y determinada aclara
que llega desde La Paz e informa: “Hemos sacado una resolución de adhesión para
los sobrevivientes de pederastia y violación por parte de los clérigos de la
Iglesia Católica y de los jesuitas. También nos declaramos en estado de
emergencia constante en apoyo a las víctimas”. El público escucha atentamente y
los camarógrafos de la televisión catalana y de la productora "Kurukusi",
de Rubén Pacheco Vargas, registran sus palabras.
En
el clímax de su discurso, el amauta manifiesta: “Declaramos guerra espiritual y
evocamos y llamamos a todos nuestros ancestros que han muerto en manos de esta
iglesia diabólica, satánica que durante 500 años nos han venido eliminando. ¡Declaramos
el Takiy Unquy en este tiempo de Pachacuti!”. Freddy Magno se
refiere a la vigencia del movimiento indígena de resistencia anticolonial a las
campañas de “extirpación de idolatrías” que el virrey Francisco Álvarez de Toledo
impuso en Los Andes a partir del Siglo XVI y que continuaron durante el Siglo XVII
con los misioneros jesuitas, como el catalán Pablo José de Arriaga, quien
incluso publicó en 1621 un manual intitulado: “Extirpación de la idolatría del
Piru [sic]”.
El
guía espiritual alerta sobre la existencia de una “crisis moral” y una “crisis
ética” mundial. Exhorta a sus interlocutores: “Por eso tenemos que llamar a
nuestro ajayu. Saliendo de aquí, hermanos, nuestro ajayu tiene que ser
de lucha”, así anticipa la actividad prevista para cerrar el evento.
Termina su breve intervención invocando: “Podrán romper nuestro cuerpo, podrán doblegar nuestra voluntad, pero jamás han podido matar nuestro ajayu y por eso hoy hemos venido a hacer una limpia espiritual, una limpia de sanación a todos los hermanos que han sufrido esta clase de vejámenes y ahora también vamos a iniciar con una mesa ritual, martes, en el mes de noviembre, tiempo de los ancestros, Amaya Pacha [tiempo de las almas], venga la justicia, si no es la justicia de los hombres, va a venir la justicia de los achachilas y de nuestros grandes ancestros que han muerto por nuestra liberación. ¡Jallalla!”. Desde el pasillo derecho del hall de la Casa Departamental de las Culturas, dos bombos recuerdan que una feroz tormenta tropical se apropió de la vida del extirpador de idolatrías Pablo José de Arriaga durante un viaje por el mar Caribe, cerca de La Habana, en 1622 cuando la Curia Romana lo había convocado para otra misión.
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Preparación de la mesa de sanación. |
Gerardo
Suárez Roca presenta, a las 21:48, al abogado contratado por el Directorio
ASIA-J23, José Luis Gareca Arias. Aclara que es exalumno del colegio Juan XXIII
y lo invita a subir a la testera. El jurista y sociólogo agradece a los
asistentes y a los que “se suman a este desagravio”. Explica que el acto se
justifica porque ha “existido agravios” que se subsumen “a delitos penales”.
Aclara
que la ceremonia debía desarrollarse en los ambientes del Juan XXIII, pero que
“no es así porque los jesuitas lo han prohibido”. Gareca Arias protesta y
cuestiona: “El provincial dice desconocer a los autores de la pederastia, dice que
-en 1981- él recién estaba naciendo y, por lo tanto, no puede hacerse cargo institucionalmente
de este problema; pero para prohibirnos que entremos a nuestro colegio, eso sí
lo sabe muy bien, eso sí lo conoce muy bien, y tiene la capacidad de impedirnos
de entrar a un colegio que pertenece al pueblo de Bolivia”. Recuerda que los
directores jesuitas del Juan XXIII “han captado recursos […] a nombre de la
pobreza del pueblo de Bolivia” y que por ello son predios para la educación
boliviana.
Gareca
Arias revela que ha entrevistado a 180 personas, de las cuales ha escuchado el
testimonio de 160 víctimas. Explica que las del colegio Juan XXIII y otras de
obras jesuíticas han mantenido silencio durante 40 años. “Dramático, lamentable,
escalofriante todo lo que ha ocurrido”, califica. Exalta “la fortaleza, la unidad,
la claridad del Directorio de los antiguos alumnos” y el respaldo de los “juanchos”
y de organizaciones internacionales. “Debemos sentirnos seguros y poder gritar al
mundo que, por primera vez en 500 años o en más de 500 años, los hemos puesto a
los jesuitas en el banquillo de los acusados. Ellos tienen una responsabilidad
institucional, conocían lo que estaba ocurriendo, sabían. Es más, trajeron
personas, jesuitas, con persecución penal en Europa, ¿para qué?, para que
cuiden a menores”, asegura.
Manifiesta
que, ante esta compleja situación, no pueden callarse ni mantener “un silencio
cómplice”. Añade emocionado: “Creo que nuestra lucha no va a cesar, juntos,
unidos, […], sin venganza, no nos inspira el odio, pero creo que corresponde
justicia. Ellos no tenían ningún derecho de tocar a ningún estudiante, ellos no
tenían ningún derecho de hacer abuso de poder, abuso de silencio, abuso
epistemológico, cooptar a los estudiantes”. El público lo escucha absorto.
Aclara
que la denuncia “no se subsume solamente al Código Penal, ni siquiera al bloque
de constitucionalidad”. Narra que “cada párrafo, cada línea [del memorial de
denuncia], está escrito con el dolor, el llanto y el sufrimiento de decenas de
estudiantes. Expresa su seguridad de que “se va hacer justicia aquí en Bolivia
y, si no, en el ámbito internacional” porque los abusos sexuales “no pueden
quedar en la impunidad, nunca más”.
Complementa
con la propuesta de que la sociedad debe evitar que los abusos se repitan y que
debe exigir el resarcimiento de los daños. “Tenemos que hacer que se haga el
resarcimiento, si no integral [sic], pero que se haga la atención
correspondiente en el marco del derecho constitucional”, incita a los
asistentes. “Los jesuitas ya han pedido perdón, si han pedido perdón significa
que han admitido una culpa; por lo tanto, que actúen en consecuencia”,
argumenta.
Tras
seis minutos de intervención y percibir el agotamiento del público, predica: “Quiero
darles la esperanza que vamos por buen camino. En el ámbito jurídico, […], vamos
a ir hasta las últimas consecuencias, porque tenemos la verdad, no estamos
mintiendo. Se nos acusa de que estamos en busca de dinero, es falso; queremos
justicia, no queremos que nuestros hijos, […], puedan ser presas, no solo de
los jesuitas, si no de algo que ya está institucionalizado como la pederastia y
la impunidad, ¡basta, basta!”.
Declara que los exalumnos del Juan XXIII están “más vivos que nunca” y que, por lo tanto, “con la frente alta, con los ojos, de frente a frente,” pueden exigir: “Estimados jesuitas [sic], ¡basta!, que se haga justicia, su perdón que se traduzca en el Ministerio Público”. Cierra su discurso pidiendo ayuda para gritar: “¡Viva Bolivia! ¡Viva el Juan XXIII! ¡Que nunca más ocurran estos hechos! ¡Justicia!”. Los asistentes responden a sus arengas, nadie imagina que dos meses después, cuando escribo estas líneas, Gareca Arias rompería “unilateralmente” su contrato con el Directorio de ASIA-J23.
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Transportan la q'uwa de sanación a la plaza 14 de Septiembre. |
Jacha Uru
Inmediatamente
después, cinco minutos antes de las 22:00, tras cerrar formalmente el evento,
Gerardo y Sofía invitan al público a salir a la plaza 14 de Septiembre para
participar en una q'uwa de sanación. El ritmo aymara del Jacha Uru
truena. Una espectacular columna de entre 30 y 40 músicos de cinco comunidades:
Ayllu Ñan, Laboral Santo Domingo, Musuj Sunqu, Encuentro kurmi y Killa Toritos,
interpretan zampoñas y bombos. Los lidera Wilder Flores Jaldín de la Promoción
Ecuador 1996, luce un poncho ceremonial y un sombrero negro, su pequeña hija baila
delante de él.
El
amauta Freddy Magno Mamani Mollo y dos guías espirituales: Jacky Dueñas Pacha
Katari y Munaya T'ika, transportan la mesa de sanación. De rato en
rato, Freddy Magno sopla una enorme concha de mar como si fuese un pututo. Los
camarógrafos de la televisión catalana, los de la productora "Kurukusi"
de Rubén Pacheco Vargas y decenas de videoaficionados registran los bailes y
cantos de rebeldía.
En
la acera del frontis principal de la Casa Departamental de la Culturas espera
una plataforma de metal con leña. Los músicos danzan en sentido contrario a las
manillas del reloj. Vestidos de negro, con pochos rojos, sombreros y chalecos
decorados con motivos y colores andinos, soplan sus zampoñas y golpean sus
bombos. Algunos acullican.
La
sikuriada Jacha Uru (el gran día), compuesta en 1976 por Mario Gutiérrez
del grupo Ruphay, dentro del mundo andino, significa la esperanza en un
futuro sin sufrimiento ni miseria, es decir, el día de la liberación de las
naciones andinas. Algunos expertos sostienen que el texto es un canto
recopilado por Guamán Poma de Ayala en su “Primer Nueva Crónica y Buen
Gobierno”, cuya traducción es:
El
gran día
Ese
gran día está llegando,
recordémoslo,
está llegando,
ese
gran día está llegando,
recordémoslo,
está llegando.
Debemos
estar unidos
para
acabar nuestra miseria y dolor,
debemos
estar unidos
para
acabar nuestra miseria y dolor.
Padres
e hijos,
ese
gran día está llegando,
padres
e hijos,
recordémoslo,
está llegando.
Con
la sikuriada de fondo, el amauta recibe la ofrenda de sanación de una de las
guías espirituales, la acomoda sobre la leña y rocía abundante alcohol. Los
tres se inclinan y piden permiso para encender la fogata. El amauta prende la pira.
Lenguas de fuego verde, amarillo y anaranjado alumbraban el círculo de
sanación. Freddy Magno sopla, de cuando en cuando, su concha de mar y echa
especias secretas sobre la mesa ardiente. Los músicos bailan alrededor de la q'uwa
de sanación, dan vueltas sin fin en contra de las manillas del tiempo
occidental. Algunos asistentes se toman de las manos y danzan. El público
observa conmovido.
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Jaime Choque (der.) coordina con los maestros de ceremonia. |
Colofón
Por
fin, Jaime Choque Mamani, de la Promoción Perú 1989, el organizador del evento, observa el espectáculo, se apoya en una de las columnas del pasillo de la
antigua Gobernación, había trabajado desde las 16:00. “Debo agradecer
públicamente, por ejemplo, a Toto Araníbar, de la Promoción Polonia 1986, por
apoyar con su equipo de sonido y supervisarlo personalmente junto a sus
técnicos; a Wilder Flores, de la Promoción Ecuador 1996, por gestionar la
participación de un ejército de zampoñeros y amautas para el ritual andino de
la q'uwa; a Cristina Pozo, de la Promoción Paddy 1982, porque su hija
Sofía nos regaló toda su energía, entusiasmo y compromiso como maestra de
ceremonias, junto al gran Brillo; a Graciela Choque, de la Promoción Biafra
1983, que junto a su esposo, el dúo Taypi Sunqu, nos regaló
tradicionales canciones en castellano, quechua y aymara; a la familia Chávez
Miranda por las poleras conmemorativas. Detrás de cada detalle, de cada punto y
de cada gestión, estuvo un juancho, bajo la coordinación de nuestro directorio nacional
de ASIA-J23”, agradece.
Edwin
Alvarado Terrazas, de la Promoción Cuba 1987, informa que una activista
mexicana de la lucha contra el abuso sexual eclesial, Analú Salazar, un
periodista e investigador del diario español El País, Julio Núñez Montaña, y un
vocero de la Red de Sobrevivientes de Chile, Helmut Krammer, enviaron mensajes
de solidaridad. También comunica que dos plataformas de Facebook: ASIA-J23
Bolivia y Comunidad Boliviana de Sobrevivientes, transmitieron el acto de
desagravio y que 861 personas lo observaron. Festeja.
Cuando el fuego consume la q'uwa, solo queda ceniza blanca, concluye la ceremonia para “abrir camino”. El amauta Freddy Magno Mamani Mollo estrecha las manos, abraza y se despide de los sobrevivientes a los que había aplicado una “limpia espiritual” antes del acto de desagravio en uno de los ambientes del segundo patio de la Casa Departamental de las Culturas de la Gobernación de Cochabamba. Un círculo de luz y energía los envuelve.
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La q'uwa de sanación. |
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