Leer
en Bolivia es necesario
Un escritor chuquisaqueño,
hijo de la culta Charcas, autor de la novela “El árbol que llora sangre”, David
Vildoso Lemoine, estremeció el pasado 14 de mayo a la sensible opinión pública
boliviana durante el lanzamiento de la sexta jornada nacional de recolección de
libros para la creación de bibliotecas comunitarias “Bolivia Lee” promovida por
el Ministerio de Educación.
Afirmó que tres de cada
100 bolivianos lee dos libros al año. Textualmente, el escritor declaró ante
los periodistas: "En Europa, cada persona lee entre 25 a 30 libros al año,
lamentablemente en Bolivia no hay un estudio, por eso nosotros -como
escritores- hemos hecho un análisis en colegios e instituciones donde se
refleja que de cada 100 bolivianos tres leen dos libros al año”. Estas palabras,
como si fueran una revelación, interpelaron la conciencia nacional porque,
¿quién lo niega?, los bolivianos virtualmente hemos desterrado el hábito de la lectura.
La “Encuesta
latinoamericana de hábitos y prácticas culturales 2013”, elaborada por la Organización
de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura establece
que el 47% de las personas consultadas en Bolivia admite que “nunca o casi
nunca” lee por ocio o por interés personal. Cuando leen, los bolivianos lo
hacemos por necesidad profesional o por imposición escolar: el 21% durante el
mes anterior a la encuesta, el 6% durante el trimestre reciente, otro 6%
durante el año anterior y el 13% hace más de un año. Los datos de Vildoso
Lemoine, aunque provisionales, se aproximan a los de la encuesta. Ciertamente,
Bolivia no lee o lee poco: ¿Por qué?
Algunas hipótesis nos
ayudan a comprender la cuestión: la enraizada tradición oral de las culturas
andinas, el fracaso de la escuela, el poco proactivo ambiente familiar, el alto
costo de los libros impresos, la irrupción de las redes sociales y su uso
inculto; pero ninguna agota el asunto. De ahí que las soluciones sean siempre
parciales e insuficientes.
Que el Estado desde el
Ministerio de Educación impulse una campaña nacional de alfabetización, que
promueva la donación de libros para la organización de bibliotecas vecinales o
que imponga un Reglamento General de Lectura y Escritura para las unidades
educativas que obliga a diez minutos de lectura comprensiva en voz baja o alta,
individual o colectiva, respectivamente, antes de cada jornada no resuelve el
problema de fondo, precisamente porque no lo identifica previamente. Así se posterga
el hábito de la lectura.
Considero que el problema
esencial radica en la abigarrada cultura boliviana proclive a la política que
alienta valores no democráticos, como el patrimonialismo, el clientelismo, el
nepotismo, el ejercicio inescrupuloso del poder y la corrupción. En este país
admiramos a los jefazos que acceden a cargos elegibles: senadores, diputados,
gobernadores, asambleístas, alcaldes y concejales, seduciendo con baratijas y
golosinas a votantes poco informados que aplauden las tropelías de aquellos
que, si no las cometen, escuchan arrepentidos la sentencia: “¡Qué sonso! ¡Ha
perdido la oportunidad de su vida! ¡Qué se joda ahora!” Otorgamos premios a los
vivos, no a los honestos y honrados.
Cuando el Estado invierta
más en certámenes de ciencias, literatura y artes antes que en juegos
deportivos plurinacionales en canchitas de césped sintético, cuando organice
grandes concursos de poesía, teatro y cuento entre los colegiales, cuando las
universidades fomenten la redacción y publicación de novelas y prosa
ensayística entre sus estudiantes ofreciendo apetitosos galardones y sabrosas recompensas
antes que entradas folklóricas que emborrachan a sus estudiantes, entonces
probablemente vislumbremos una tenue luz al final de este oscuro pasillo
subterráneo que es la no lectura, un cáncer que alimenta el gobierno de los
vivos sobre los sonsos.
Cultivar como sociedad la pasión y la acción por la poesía, el teatro, la novela y el ensayo nos ayudaría a encontrar nuestra identidad, propalar nuestros mundos internos vigorizaría nuestra misión de construir proyectos de vida y proyectos históricos de sociedad con valores democráticos. Hoy más que nunca, leer en Bolivia es necesario.
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