¿Por qué leer?

¿Por qué leer?

Un grupo de profesores del Departamento de Humanidades de la Facultad de Ciencias Puras y Naturales de la Universidad Mayor de San Simón fundó en 1975, en plena dictadura del general Hugo Banzer Suárez, la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación con el objetivo supremo de promover la "formación humana y social del universitariado [sic] en general". Desde su origen, parece una verdad de Perogrullo, esta unidad académica se propuso implícitamente fomentar la lectura.
Cuarenta y dos años después, mediante sus siete carreras (Psicología, Ciencias de la Educación, Lingüística Aplicada a la Enseñanza de Lenguas, Comunicación Social, Trabajo Social, Música, Ciencias de la Actividad Física y Deportes y la Licenciatura Especial en Educación Intercultural Bilingüe para maestros normalistas) alrededor de 160 docentes pretenden, seguramente unos más que otros, concretar su misión institucional publicada en la plataforma www.hum.umss.edu.bo: "La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación genera y moviliza conocimientos sobre los fenómenos sociales y culturales, formando profesionales que den respuestas a las demandas del contexto social y contribuyan a una sociedad más justa, plural y democrática". Dicho de otro modo, entre otras capacidades, buscan que alrededor de 7.000 estudiantes lean por iniciativa propia.
¿Por qué leer?, o –si pensamos en términos concretos, como propongo– ¿por qué los estudiantes de Humanidades necesitan leer poesía, novelas, y cuentos? Creo que todos los universitarios requieren leer. Nuestras sociedades serían más democráticas si médicos, abogados, arquitectos, economistas leen, no solamente los estudiantes de Humanidades y Ciencias Sociales; sin embargo, pienso que específicamente a estos les urge leer. ¿Por qué?
Leemos para vivir. Jorge Volpi, en su texto “Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción”, responde a la cuestión: “No quiero exagerar: leer cuentos y novelas no nos hace por fuerza mejores personas, pero estoy convencido de que quien no lee cuentos y novelas –y quien no persigue las distintas variedades de la ficción– tiene menos posibilidades de comprender el mundo, de comprender a los demás y de comprenderse a sí mismo” (: 30). Desde nuestro ser íntimo habitamos este planeta y convivimos con otros diferentes en mejores condiciones, gracias a la lectura.
Leer novelas y cuentos, por ejemplo, humaniza, es decir, permite que toleremos nuestras miserias y comprendamos las de los otros. Volpi, cuando habla de los beneficios de enfrentarse a relatos ficticios con tramas difíciles, asegura: “Leer ficciones complejas, habitadas por personajes profundos y contradictorios, como tú y como yo, como cada uno de nosotros, impregnadas de emoción y desconcierto, imprevisibles y desafiantes, se convierte en una de las mejores formas de aprender a ser humano” (: 30). Los alumnos de cualquier facultad se humanizan leyendo.
Los estudiantes de Humanidades, más que los otros, cuando leen, buscan su libro clásico, el que –en cierto modo– representa su modo de ser en este mundo. Ítalo Calvino define: “Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual” (: 15). Estos son libros especiales porque conmueven a culturas, no solo a personas. Explica Calvino: “Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbre)” (: 15), como “Don Quijote de la Mancha” en Hispanoamérica. Entonces, son libros fundamentales en la vida de cada uno.
No se trata de nombrarlos simplemente, se trata de literalmente leerlos. Calvino aclara: “Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad” (: 16). Los originales siempre resultan más impactantes que las interpretaciones y críticas; por esta razón no pasan inadvertidos en nuestras vidas y se convierten en nuestros. “Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contrate con él” (: 17), añade Calvino. Una de las señales de que vamos por buen camino es la organización de una biblioteca personal de clásicos. Calvino aconseja que contenga: libros que hemos leído y que cuentan para nosotros, libros que nos proponemos leer y suponemos que serán significativos y libros que descubrimos ocasionalmente.
Más allá de este indicador, la buena lectura para ser mejores seres humanos se concreta en las cotidianas relaciones interpersonales que sostenemos en la familia, en los grupos de amigos y, cómo ignorarlo, en el trabajo siendo mejores profesionales. Nuestro modo de ser en el mundo corresponde a las respuesta a dos preguntas acuciantes que nos planteamos cuando leemos: ¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos?
Mario Vargas Llosa en la introducción de su “La verdad de las mentiras” manifiesta que la literatura expresa la verdad escondida en el corazón de las mentiras humanas y que los narradores hacen vivir sus mentiras como verdades. De esa manera, se comprende que “la ficción es un sucedáneo transitorio de la vida”. En sociedades autoritarias, no democráticas, donde los políticos acceden al poder vía elecciones y pretenden mantenerse indefinidamente controlando la memoria colectiva, explica Vargas Llosa, la literatura cobra mayor sentido porque cuenta historias secretas que corroen el poder y, sin proponérselo, engendran semillas de rebeldía y libertad.
El periodista polaco Ryszard Kapuscinski narra con gracia en “El Emperador”, cuando habla sobre la posición de Halie Selassie sobre la lectura ante su inminente caída. “[N]uestro Señor opinaba que incluso la prensa más adicta [al poder] no debía aparecer en abundancia, pues tal exceso con el tiempo podría crear el hábito de leer y de ahí no hay más que un paso al hábito de pensar, y ya se sabe la de disgustos, sinsabores, tormentos y quebraderos de cabeza que esto acarrea”, cuenta A. A., uno de los colaboradores de Halie Selassie. Leer, definitivamente, forma personas críticas.
Celia Corral Cañas, una profesora del Departamento de Filología de la Universidad de Salamanca, profundiza la idea de leer; aconseja: “Aunque suene idealista, pienso que una lectura completa, heterogénea y responsable podría solucionar muchos de los problemas a los que se enfrentan nuestras sociedades. Claro que sería conveniente que fueran lecturas, […], diversas y que la lectura se realizara desde una perspectiva crítica, dado que muchos fanatismos se apoyan en textos únicos y dogmatizadoras que también son leídos y, por tanto, también son lecturas”. Ergo, no es suficiente leer solamente, por ejemplo, la Biblia.
Corral Cañas también aclara que no es suficiente leer lo que “a uno le gusta”. Reflexiona: “Observamos cómo existe un tipo de lectura muy popular que genera comodidad, entretenimiento, pero no despierta ningún deseo de cambio, ninguna inquietud en el lector, y que está pensado, probablemente, para alimentar ese inmovilismo, para garantizar el conformismo en el pueblo, al igual que sucede con un tipo de cine, con un tipo de televisión o con un tipo de música, que, por lo general, suelen ser los que tienen una mayor difusión y, también por lo general, suelen cumplir su cometido”. Entonces, las proposiciones de Ítalo Calvino sobre nuestros clásicos cobran mayor importancia.
Si los estudiantes de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación leen, interpelarán al poder porque imaginarán otras vidas, vidas mejores, y mejorarán el cogobierno universitario. Los politiqueros no podrán tratarlos como a un rebaño ni podrán comprar su voto con baratijas o espejitos de colores. El discurso de los poderosos se caerá como un castillo de arena. Con el tiempo, sueño cuando escribo estas líneas, el efecto de los maremotos de la incontrolable imaginación que causa la lectura en la consciencia de los jóvenes repercutirá en el Palacio Quemado de la plaza Murillo de La Paz, la sede de gobierno de Bolivia. El objetivo planteado en 1975 cobrará sentido. Una luz de esperanza ilusionará a los desharrapados.


BIBLIOGRAFÍA REFERENCIAL

CALVINO, Ítalo. Por qué leer los clásicos. Biblioteca Calvino, Ediciones Siruela, 1981.
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN, plataforma institucional http://www.hum.umss.edu.bo, Cochabamba, junio de 2016.
KAPUSCINSKI, Ryszard. Los cinco sentidos del periodista. Fondo de Cultura Económica y Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, Cartagena de Indias, 2003.
VARGAS LLOSA, Mario. La verdad de las mentiras. Penguin Random House Grupo Editorial, 2015.

VOLPI, Jorge. Leer la mente, El cerebro y el arte de la ficción. Alfaguara, Madrid, 2011.

2 comentarios:

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  2. Maravilloso, espero que en un futuro el conocimiento sea gratuito.
    Porque ahora acceder a un libro con el contenido original es bastante costoso y solo las síntesis son baratas y accesibles.

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