Francisco Sosa Grandón
La declaración pública de la Plataforma de Defensa del Ejercicio
Profesional de la Comunicación Social que –desde el domingo 11 de marzo de 2012–
exige que “las autoridades competentes” y “los medios de comunicación social,
públicos y privados, de Cochabamba” cumplan la Ley 494 de 1979 y el Decreto
Supremo 20225 de 1984 solo constituye una manifestación de buenas intenciones
sin consecuencias tangibles.
Tal Plataforma argumenta
que el periodismo es por ley una profesión, no un oficio, y que, por lo tanto,
los medios deben contratar a periodistas con título en provisión nacional. Nos
conduce así a una discusión inútil sobre la “profesión” y el “oficio” (me
regodeo recordando que el autor de “Cuando era feliz e indocumentado” ha instituido
que “el periodismo es el mejor oficio del mundo”) con el propósito de defender
los espacios laborales de los comunicadores (me resisto a incluir el adjetivo
“sociales” para evitar una tautología). El asunto es que los firmantes de la
declaración ignoran el tema de fondo: la calidad del periodismo que los medios
ofertan a la sociedad.
Ni el Colegio de Comunicadores de Cochabamba (CCC) ni los directores de
las carreras de Comunicación, para sustentar su declaración, proporcionan información,
por ejemplo, sobre la cantidad de periodistas en ejercicio en Cochabamba ni el
número de periodistas con título en provisión nacional en Opinión, Los Tiempos,
ATB, Red Uno, Unitel, Radio Fides, Radio Centro, etc. Más allá de estos
indicadores, tampoco hacen referencia precisa a la calidad de los mensajes
periodísticos y a quiénes son los autores de los pésimos relatos que se
publican: si los “profesionales” o los “empíricos”. ¿Cuál es la situación? Si
no fuera por el aporte del Observatorio Nacional de Medios no dispondríamos ni
de ideas generales sobre los defectos más frecuentes de (nosotros) los periodistas.
¿Cuál de las universidades puede afirmar categóricamente que su oferta
curricular garantiza la formación de periodistas? ¿Cuántos periodistas
sobresalientes han titulado en los anteriores 10 años? Que nos digan cuáles son
las fortalezas de sus planes de estudio y que muestren los resultados de su labor
académica. De mi generación puedo nombrar a Andrés Gómez Vela, director de
Erbol, y a Raúl Peñaranda Undurraga, director de Página Siete, como brillantes periodistas
que han pasado por la antaño casa solariega (no es una frase gastada, es una
alusión al realismo de Armando Chirveches) de la Calle 2 de Obrajes, en La Paz,
pero que (puedo asegurarlo porque compartí aulas con ellos) han aprendido a ser
periodistas buscando información en las calles, escribiendo todos los días en
las salas de redacción y cultivándose por iniciativa propia. Pocas
universidades se encuentran en condiciones de replicar/recrear problemas
típicos de los periodistas para que sus estudiantes aprendan las soluciones.
Los profesores hacemos lo que podemos.
Si los firmantes del pronunciamiento público desean honestamente defender
los lugares de trabajo de los comunicadores, entonces que demuestren con casos
concretos que el trabajo/producto de los “empíricos” es pésimo y, más
importante, que enjuicien a los propietarios de medios que contratan a
“periodistas” improvisados y a estos por ejercicio ilegal de la profesión.
Creo que me equivoco pensando que la declaración de la Plataforma es de
“buenas intenciones”. Ahora sospecho que se trata solo de fuegos artificiales
para generar la impresión de que se cumple una misión y, ¡qué pena!, de que se
trata de una impostura (uno de directores acaba de designar a un economista
como docente de una materia especializada de las “Ciencias de la Comunicación”,
nada menos que con la bendición del CCC).
El
autor es periodista y docente universitario.
Comentario publicado el 13 de abril de 2012.
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