Apuntes para los críticos literarios

Apuntes para los críticos literarios


    Los críticos literarios, si poseen un espacio fijo en un periódico impreso, enfrentan terribles dilemas éticos como cualquier periodista. Mis años de trabajo en la sala de redacción de “Los Tiempos” de Cochabamba me han permitido advertir que la labor de los reporteros de cualquier área (política, economía, deportes e, incluso, cultura) corre riesgos, no solamente por la calidad de su actividad profesional, sino por la maliciosa intervención de las fuentes, muchas de ellas interesadas. Proceder con profesionalidad, convicción y amor al trabajo que nos permite financiar las necesidades de nuestras familias constituye el único antídoto para superar estos obstáculos.
    Parece una verdad de Perogrullo que el aún incipiente sistema editorial o la ínfima industria cultural de Bolivia y los círculos de amigos y allegados, esforzados cultores de las nobles artes, como la escritura creativa, el teatro, el cine, la danza, la pintura y la escultura, constituyen serias barreras que, cual relaciones concupiscentes e incestuosas, impiden el ejercicio de la crítica que fomente precisamente el desarrollo de estas bellas artes. ¿Cómo sanar estas malformaciones?
    El maestro Miguel Ángel Bastenier recomendaba durante sus talleres de periodismo en Cartagena de Indias que los periodistas debemos proceder siempre con profesionalidad. Esto es, en el caso de críticos literarios, que no reseñemos ningún libro si no lo hemos leído, que evitemos comentar la obra de algún amigo con el que hayamos compartido rancho y vino y que no ignoremos la publicación de algún novel literato si no pertenece a nuestro círculo, por ejemplo. No se trata de un problema ético, enseñaba Bastenier, es un problema elemental de profesionalidad. Bastaría sujetarse a las normas elementales del periodismo para vencer las dificultades señaladas.
    El ejercicio profesional de la crítica literaria necesita hermanarse con la autoevaluación, la coevaluación y la heteroevaluación. Los periodistas que cubren temas literarios deben valorar permanentemente sus acciones y productos con la mayor honestidad intelectual posible. También deben demostrar una mentalidad abierta a las críticas de sus pares con el objetivo de crecer colectivamente. Finalmente, sin excusas, deben escuchar las reacciones de sus editores y, más importante, de los lectores. Los consejos de los editores ayudan a mejorar la calidad del producto. Las palabras del público permiten percibir si el trabajo de los críticos orienta en el desarrollo de la buena lectura, de la lectura por iniciativa propia.
    Los medios en los que los críticos poseen espacios regulares precisan institucionalizarse. Si disponen de organigramas claros y de manuales de estilo escrupulosos, es decir, con protocolos de búsqueda de información, de análisis de fuentes, de peritaje de declaraciones, de organización y sistematización de información, análisis y comentarios, de redacción de narraciones y citas, de edición de textos y de corrección periodística, los resultados serían óptimos. Los lectores agradecerían la calidad de los relatos.
    Más allá de estas cuestiones cuasi administrativas, lo esencial es que los críticos apuesten por el bien común de sus congéneres. Superar el retrato que José Agustín Goytisolo propone: “[S]e llama crítico a mucho gacetillero o reseñador, a cualquier plumífero mal pertrechado, a cualquier petimetre, precipitado consumidor de textos teóricos a la moda, o a cualquier aspirante a poeta o novelista que ha tirado ya la toalla o está por hacerlo…”, solamente es posible con la lectura de los grandes humanistas de todos los tiempos y con una actividad profesional que dé fe de esta competencia lectora. La autoformación es esencial para la práctica de una crítica que respete los derechos de autores, lectores y empresas editoriales.
    Ineludiblemente los críticos enfrentarán conflictos de intereses, aunque pretendan evitarlos. Los superará con profesionalidad y respeto por los demás. El periodista polaco Ryszard Kapuscinski dejó un mensaje importante, como una herencia inolvidable, para todos los críticos: “Para ser periodista hay que ser buena persona ante todo”. Escribir honradamente sobre literatura ayuda a la humanidad.

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